TRANSMISIÓN 114
SECTOR_01//TRANSMISIÓN 114 DE 321

Transmisión 114

Transmisión 114

Fecha: 24.04.2189 Hora: 02:30

Comienzo a caminar por el pasillo estrecho y maloliente, tratando de adoptar un aire de indiferencia, de pertenencia, aunque cada nervio de mi cuerpo está tenso como la cuerda de un arco. Mis nuevos sentidos, amplificados por el Sintonizador, me bombardean con información, pero también me hacen dolorosamente consciente de mi propia extrañeza en este entorno.

Paso junto a puertas que parecen haber sido improvisadas en las paredes, quizás antiguas oficinas o almacenes ahora convertidos en viviendas precarias. Veo gente asomada a los umbrales o sentada en escalones improvisados: rostros cansados y marcados por la dificultad, miradas vacías o llenas de una suspicacia cautelosa. Nadie me habla directamente, nadie me confronta. En los niveles inferiores, la regla no escrita es meterse en los propios asuntos; la curiosidad puede ser mortal. Pero siento sus ojos siguiéndome mientras paso, evaluándome, catalogándome como un extraño, una posible amenaza o una posible víctima. Intento mantener la cabeza baja, evitar el contacto visual directo, proyectar una imagen de alguien que sabe a dónde va, aunque no tenga ni la menor idea.

Después de unos minutos que parecen una eternidad, el pasillo desemboca abruptamente en un espacio mucho más grande y abierto. Es un antiguo atrio comercial, o quizás una plaza interior, ahora completamente transformada en un mercado improvisado y caótico. Docenas, quizás cientos, de puestos hechos con chatarra, láminas de plástico, telas raídas y cualquier material rescatado imaginable se agolpan en el espacio, creando un laberinto bullicioso.

Los vendedores ofrecen una variedad de bienes y servicios dudosos, la economía desesperada de la supervivencia: puestos de comida que venden bloques de nutrientes sintéticos de baja calidad o guisos irreconocibles; tanques de agua supuestamente reciclada con un fuerte sabor a metal; mesas cubiertas de piezas de tecnología rescatadas, de funcionalidad incierta; traficantes discretos ofreciendo drogas baratas para escapar de la realidad; y en las esquinas más oscuras, servicios aún más baratos y desesperados.

Una multitud variopinta de habitantes de los niveles inferiores –carroñeros con ropa remendada, trabajadores con monos manchados de grasa, familias enteras con la mirada perdida, jóvenes con miradas desafiantes y armas improvisadas a la vista– se arremolina entre los puestos. Regatean en voz alta, intercambian rumores en susurros, buscan desesperadamente una forma de conseguir lo necesario para sobrevivir otro ciclo en la Necrópolis.

El ruido es ensordecedor, una combinación cacofónica de gritos de vendedores, regateos, música distorsionada, el llanto de niños y el zumbido constante de maquinaria cercana. Y el ruido psíquico es aún peor. La concentración de tantas mentes, tantas emociones crudas –miedo, codicia, desesperación, ira, una pizca de esperanza aquí y allá– golpea mi sensibilidad como una ola física.

Me siento mareado, desorientado. La sobrecarga sensorial es total. Me apoyo pesadamente contra una pared mugrienta cerca de la entrada del mercado, tratando de recuperar el aliento, de orientarme en medio de este torbellino humano y psíquico. Necesito actuar, necesito mezclarme, pero primero necesito encontrar un momento de claridad en medio de este caos abrumador.

Transmisión recibida: 4/17/2025

ID: 114