Comenzamos a cruzar la vasta cámara helada, dirigiéndonos hacia la abertura del conducto que continúa al otro lado. Nos movemos juntos, espalda con espalda virtualmente, nuestros sentidos alerta a la más mínima señal de movimiento o sonido. Scrappy barre la oscuridad con el haz infrarrojo de su ojo cibernético y la luz de la lámpara, mientras yo mantengo el Sintonizador de Ecos activo, escaneando constantemente nuestro entorno.
El silencio en la cámara es opresivo, casi físico. Solo el crujido de nuestras botas sobre el hielo y el goteo ocasional de la condensación congelada desde las tuberías del techo rompen la quietud. Cada sombra parece moverse, cada carámbano parece una garra esperando caer. La tensión es tan espesa como la niebla helada que se arremolina a nuestros pies.
Estamos a mitad de camino, en el punto más expuesto de la cámara, cuando siento un cambio repentino y alarmante a través del Sintonizador. El Eco frío y reptiliano que había estado sintiendo de forma residual se intensifica bruscamente. Ya no es un recuerdo, una huella dejada atrás. Es vivo. Activo. Y está cerca. Muy cerca.
"Scrappy...", empiezo a decir, mi voz ahogada por el frío y el miedo repentino.
Pero antes de que pueda terminar la advertencia, algo se mueve en las sombras del techo, muy por encima de nosotros, cerca de uno de los enormes tanques esféricos suspendidos. Es rápido, silencioso, casi imposible de seguir con la vista en la penumbra.
Una forma larga y sinuosa se descuelga de la oscuridad con una gracia antinatural. Sus escamas, de un blanco pálido casi translúcido, brillan débilmente a la luz ámbar de mi Sintonizador. Veo múltiples extremidades delgadas y articuladas que terminan en garras curvas y afiladas como cuchillas de hielo. Su cuerpo es serpentino, pero con la estructura segmentada de un insecto. La cabeza es estrecha, alargada, con hileras de dientes finos y afilados como agujas, y ojos múltiples, completamente negros, sin párpados, que reflejan la luz como obsidiana pulida. Es una pesadilla biomecánica adaptada perfectamente a este infierno helado.
La criatura aterriza en el hielo directamente frente a nosotros, a apenas unos metros de distancia, sin hacer el más mínimo ruido. Su movimiento es increíblemente rápido y sigiloso sobre la superficie resbaladiza. Nos bloquea el camino hacia la salida del conducto.
Nos observa por un instante con sus ojos negros e inexpresivos. Luego, emite un siseo bajo y gutural, un sonido que parece absorber el poco calor que queda en el aire. El Eco que irradia es abrumador: puro instinto depredador, frío como el hielo que nos rodea, y un hambre voraz que parece haber estado esperando durante mucho tiempo.
La criatura se tensa, preparándose para atacar.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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