La intensa sensación de desgarro espacial cesa tan abruptamente como comenzó. El destello plateado se desvanece, dejándonos parpadeando en una penumbra rojiza e intermitente. El zumbido del transportador se apaga, reemplazado por un silencio casi total, pesado y polvoriento.
Estamos en un lugar completamente diferente. Ya no en la calma armonizada del Templo, sino en una sala de proporciones cavernosas. Hileras e hileras interminables de grandes servidores metálicos, altos como hombres, se extienden en todas direcciones hasta perderse en la oscuridad. Están silenciosos, oscuros, cubiertos por una gruesa capa de polvo que sugiere un abandono prolongado. Gruesos cables cuelgan del techo invisible como enredaderas muertas, y el suelo está sembrado de paneles de acceso sueltos y restos de equipos destrozados.
La única iluminación proviene de paneles de emergencia rojos que parpadean intermitentemente en las paredes y en algunas de las consolas de los servidores, proyectando sombras largas y danzantes. El aire es viciado y huele intensamente a plástico quemado, a metal frío y a algo más... un olor rancio y seco, como a información olvidada, a datos corrompiéndose lentamente en la oscuridad.
Scrappy se recupera de la desorientación del transporte un instante antes que yo. Su ojo cibernético gira rápidamente, escaneando el entorno, mientras sus sensores internos analizan la atmósfera y las lecturas energéticas.
"Nivel 7-Omega. Centro de Procesamiento de Datos abandonado", confirma en voz baja, consultando la pantalla de su muñeca. "Tal como dijo el anciano. Parece que el transportador funcionó." Su mirada barre las sombras. "Y no siento presencias hostiles inmediatas, ni firmas de energía activas significativas, aparte de las luces de emergencia."
Saco el Sintonizador de Ecos, cuya luz ámbar parece ahora más estable en este entorno tecnológicamente denso pero inactivo. Me concentro, extendiendo mi sensibilidad.
Los Ecos aquí son... densos. Muy densos, pero fríos. Lógicos. Siento las huellas fantasmales de cantidades inimaginables de datos que una vez fluyeron por estos servidores. Siento los patrones complejos de algoritmos olvidados, las estructuras lógicas de inteligencias artificiales que quizás una vez administraron secciones enteras de Oakhaven y que ahora duermen o han muerto hace mucho tiempo. Es el Eco de una mente colmena mecánica, ahora silenciosa y fragmentada.
Y bajo todo eso, siento una resonancia débil pero omnipresentente, una firma familiar y discordante: la fría lógica metálica de los Mecanistas. Este lugar es, o fue sin duda, territorio suyo. Su influencia impregna la estructura misma de este centro de datos abandonado. Aunque no detecto ninguna presencia Mecanista activa cerca de nosotros en este momento, sé que estamos en su dominio. Y eso nunca es un buen presagio.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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