La pantalla del datapad se apaga, llevándose consigo la conexión con los misteriosos Mecanistas y dejando la caseta sumida de nuevo en una oscuridad casi total. Solo el tenue y ahora solitario brillo azul de la Brújula abandonada sobre el banco de trabajo ilumina débilmente el polvo flotante. El silencio que queda tras la conversación digital es pesado, cargado de las implicaciones del trato que acabo de cerrar.
Me quedo inmóvil solo un instante, mi mente todavía procesando la rápida sucesión de eventos: la oferta, la demostración, la negociación, la entrega, la transferencia de datos, la advertencia final. He cambiado una guía misteriosa por un mapa práctico. He comprado mi supervivencia inmediata al precio de un artefacto único y potencialmente vital a largo plazo. He interactuado con una facción poderosa y secreta, convirtiéndome en un peón en su juego, lo quiera o no. ¿Fue la decisión correcta? La pregunta resuena, pero no hay tiempo para buscar respuestas ahora.
El sonido. Ese golpe metálico. Más cerca. Mucho más cerca. Ya no es una amenaza distante, es un peligro inminente. Los Silenciadores. O el Cazador. O ambos. Están aquí, en esta planta industrial. Me han seguido el rastro.
La urgencia me saca de mi estupor. Actúo. Rápidamente, agarro el datapad ahora apagado del banco de trabajo. Es pesado, un ladrillo inerte en mi mano. La advertencia de los Mecanistas sobre la batería resuena en mi cabeza: "no durará indefinidamente". Pero la información está ahí dentro. Los mapas, las coordenadas, las advertencias. Quizás, solo quizás, pueda encontrar una forma de recargarlo más tarde, en algún rincón olvidado de la Red de Sombra, usando alguna fuente de energía improvisada. O quizás no. Por ahora, es mi única copia de la ruta. Me lo guardo en el bolsillo más grande de mi túnica, rezando para que no se caiga como el anterior.
Mis ojos se posan por última vez en la Brújula. Su luz azul parece llamarme, una promesa silenciosa de guía, de conexión con algo más allá de la lógica fría de los Mecanistas. Siento una punzada aguda de pérdida, casi de culpa. Es como abandonar a un aliado silencioso que me salvó la vida, que me mostró el Corazón Silente. Sacudo la cabeza con brusquedad. No puedo permitirme sentimentalismos ahora. La supervivencia exige pragmatismo. La Brújula pertenece a los Mecanistas ahora, es el precio que pagué por mi libertad inmediata. Tengo que seguir adelante.
Me dirijo a la puerta destartalada de la caseta. Agarro la barra metálica pesada que había visto antes en el suelo. Con un esfuerzo, la encajo contra la puerta y el marco. No es una barricada impenetrable, ni mucho menos. Un Silenciador con equipo pesado o una criatura fuerte como un Cosechador podrían derribarla fácilmente. Pero hará ruido. Me dará unos segundos preciosos de advertencia si intentan entrar. Unos segundos que podrían marcar la diferencia entre escapar y ser atrapado.
Atrancada la puerta, me apoyo contra la pared fría, cerrando los ojos por un instante, no para descansar, sino para concentrarme. El mapa. La ruta. Tengo que memorizarla. Al menos la primera parte, la que me sacará de esta planta y me llevará al acceso RS-4S-117.
Visualizo los esquemas que vi en la pantalla del datapad. Salir de la caseta. Girar a la izquierda, evitar el tanque de Flujo Cero. Subir por la escalera de mantenimiento hasta las pasarelas superiores. Seguir la pasarela principal hacia el oeste, evitando la desviación hacia el sur donde anidan los Cosechadores. Cruzar el puente de servicio sobre la cuba de procesamiento 3. Luego, buscar un conducto de ventilación marcado con un símbolo específico (¿tres barras verticales?). Atravesar el conducto (¡cuidado con la fuga de lodo psicoactivo!). Salir a una cámara de bombas auxiliar. Desde allí, seguir las tuberías de refrigerante marcadas en azul hasta la gran cámara de ventilación. El acceso RS-4S-117 debería estar en la pared norte de esa cámara, oculto tras un panel de mantenimiento suelto.
Pasarelas. Puente. Conducto. Cámara de bombas. Tuberías azules. Cámara de ventilación. Acceso.
Repito la secuencia en mi mente, intentando grabarla a fuego. Los peligros: Cosechadores al sur, lodo en el conducto. Las señales: símbolo de tres barras, tuberías azules, panel suelto.
Respiro hondo, el aire viciado llenando mis pulmones. El olor a óxido y descomposición. El zumbido de los Ecos industriales. Y ahora, el sonido inconfundible de botas pesadas corriendo sobre metal, no muy lejos.
Se acabó el tiempo. Es hora de moverse. Hora de confiar en el mapa comprado a los Mecanistas. Hora de adentrarse aún más en las profundidades oxidadas y olvidadas de la Necrópolis de Neón, siguiendo un camino trazado por una facción secreta a cambio de un artefacto de otra. El juego se complica. Y yo estoy justo en medio.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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