Transmisión 196

Fecha: 14.07.2189 (Estimado) Hora: Indeterminada

La idea de un búnker blindado y aislado de los Ecos es increíblemente atractiva, un verdadero santuario en este infierno psíquico. Pero la advertencia de Scrappy sobre la atención que hemos atraído pesa sobre mí.

"¿Crees que podemos llegar?", pregunto, pensando en el Cazador, en los Silenciadores, en cualquier otra cosa que mi estallido de pánico haya podido alertar. "¿Antes de que nos encuentren?"

"Tendremos que hacerlo", responde Scrappy con firmeza, sin dejar lugar a dudas. Ya está recogiendo su bolsa de herramientas y asegurándose de que su pistola esté cargada. "Es nuestra mejor oportunidad. Quedarnos aquí es esperar a que nos cacen." Se dirige a la puerta que habíamos bloqueado. "Vamos. Y esta vez, intenta mantener un perfil bajo con tus trucos de Eco, ¿quieres? Ya hemos hecho suficiente ruido por un ciclo."

Desbloqueamos la puerta y salimos del relativo (y ahora comprometido) refugio del apartamento, volviendo al pasillo silencioso y polvoriento. La abrumadora tristeza de la plaga de Ecos sigue presente, una presión constante en el fondo de mi mente, pero algo ha cambiado. Mi estallido de pánico parece haberla perturbado, haber introducido una disonancia temporal en su lamento monótono. La atmósfera se siente menos opresiva, aunque todavía profundamente melancólica y peligrosa.

Seguimos a Scrappy. Se mueve con una confianza renovada, casi con determinación. Consulta brevemente algún dispositivo en su muñeca, accediendo a mapas internos, y luego nos guía a través de un laberinto de pasillos silenciosos y escaleras de servicio polvorientas, descendiendo de nuevo hacia las entrañas del Nivel 10-Beta. Su conocimiento de la arquitectura oculta de Oakhaven, incluso en estos niveles olvidados, es impresionante. Utiliza sus sensores cibernéticos para detectar posibles peligros estructurales o ambientales, eligiendo nuestra ruta con cuidado.

Yo la sigo de cerca, manteniendo el Sintonizador activo, pero esta vez no para buscar amenazas activas, sino para monitorizar nuestro entorno y, sobre todo, para intentar mantener mi propia firma de Eco lo más silenciosa posible. Después del estallido de pánico, me esfuerzo por mantener mis escudos psíquicos firmes pero discretos, por no proyectar ninguna emoción fuerte, por ser una presencia lo más neutra posible en este mar de tristeza.

El camino nos lleva a través de más secciones residenciales en ruinas, donde el polvo es aún más espeso y los signos de la tragedia pasada son más evidentes. Luego descendemos a través de áreas de infraestructura de servicio que se están derrumbando, con tuberías rotas y cables colgando como enredaderas muertas. Finalmente, llegamos a una red de túneles de mantenimiento aún más antiguos que los que nos trajeron aquí, construidos con ese mismo metal oscuro y resistente que asociamos con la tecnología más antigua, quizás incluso de la época de los Arquitectos.

El silencio aquí es profundo, solo roto por nuestros pasos y nuestra respiración contenida. Avanzamos con tensión, sabiendo que el tiempo corre en nuestra contra.