Scrappy se acerca con cautela al panel metálico que emitió el suave clic. Duda un instante, luego lo empuja con la mano. El panel cede fácilmente, abriéndose hacia adentro con un ligero siseo neumático, como si la presión del aire fuera diferente al otro lado.
La abertura revela no un túnel o una sala, sino una pequeña cámara oscura más allá. El aire que emana de ella es increíblemente frío, un frío seco y penetrante que contrasta fuertemente con el aire fresco pero templado del búnker.
Y el silencio... el silencio que proviene de esa cámara es absoluto, total. Es incluso más profundo que el silencio del propio búnker. Al asomarme, siento que mis propios Ecos, mi propia firma psíquica, son absorbidos, amortiguados hasta casi desaparecer en cuanto cruzan el umbral. Es como mirar hacia un agujero negro psíquico.
"¿Qué es esto?", susurra Scrappy, asomando la cabeza con cautela en la abertura. Enciende su lámpara portátil hacia el interior, pero la luz parece luchar por penetrar la oscuridad, siendo absorbida rápidamente a pocos metros, sin revelar nada más que negrura.
"No lo sé", respondo, sintiendo una profunda inquietud ante este fenómeno. "Pero parece que es nuestra única salida."
"No me gusta", dice Scrappy, retrocediendo un paso. "Este silencio... no es natural. Es como el vacío que proyecta el Cazador, pero... pasivo. Es un lugar donde los Ecos mueren."
Pero justo en ese momento, antes de que podamos debatir más, un fuerte ¡BANG! resuena desde la entrada principal del búnker, la abertura que cortamos en la pared de hormigón.
Nos giramos bruscamente. Otro ¡BANG!, más fuerte esta vez. Y otro. Algo está golpeando la puerta improvisada que bloquea la entrada. Algo grande y fuerte.
Y simultáneamente, siento una oleada de presión psíquica contra las paredes armonizadas del búnker. Es la tristeza abrumadora de la plaga, pero ahora se siente dirigida, hambrienta, furiosa. Los adaptados nos han encontrado. O quizás la propia plaga de Ecos, atraída por nuestra presencia o por la energía que usamos, está intentando entrar, presionando contra el blindaje de resonancia.
Los golpes en la puerta se vuelven más frenéticos, más fuertes. El metal empieza a abollarse.
"¡No tenemos elección!", grito a Scrappy por encima del ruido, agarrando su brazo. "¡Tenemos que irnos! ¡Ahora!"
Sin más vacilación, nos lanzamos a través de la abertura hacia la cámara silenciosa y fría. Apenas hemos cruzado el umbral cuando la puerta del panel detrás de nosotros se cierra automáticamente con un clic suave pero definitivo, sellándonos dentro.
La oscuridad es instantánea y absoluta. El silencio es total, opresivo. Los golpes en la puerta exterior se desvanecen por completo, como si nunca hubieran existido. Estamos aislados, atrapados en un vacío sensorial.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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