La puerta del panel se cerró detrás de nosotros con un clic suave pero definitivo, sumergiéndonos en una oscuridad y un silencio como nunca antes había experimentado. Esto no es solo la ausencia de luz o sonido; es un vacío activo, una negrura que parece tragarse todo: la luz tenue de la lámpara de Scrappy, el calor de nuestros cuerpos, incluso nuestros propios pensamientos y Ecos.
El silencio es tan profundo que duele, una presión negativa en mis oídos y en mi mente. Es como si la propia textura de la realidad hubiera sido borrada aquí.
"¿Qué es este lugar?", susurra Scrappy, su voz sonando extrañamente plana, sin la resonancia habitual, como si el vacío la estuviera amortiguando. Su ojo cibernético gira frenéticamente, sus sensores claramente sobrecargados o incapaces de procesar la falta total de datos. "No detecto... nada. Ni energía residual, ni Ecos, ni siquiera radiación de fondo. Es como si la realidad se hubiera... apagado aquí."
Asiento, aunque dudo que pueda verme en esta oscuridad casi total. Siento una opresión similar, una ceguera psíquica total. El Sintonizador de Ecos en mi mano está completamente muerto, su cristal ámbar oscuro y frío. La cacofonía constante de Oakhaven, aunque a menudo dolorosa, era una constante familiar. Este silencio absoluto es alienígena, profundamente perturbador. Me siento... desconectado.
La única interrupción en la negrura es la línea vertical de luz blanca frente a nosotros, el desgarro en la nada que se abrió cuando Scrappy activó el Protocolo Cero Absoluto. Sigue ahí, una ventana imposible a ese campo de estrellas alienígenas y giratorias. Proyecta sombras largas y danzantes en la pequeña cámara, las únicas formas visibles en este vacío.
Y desde esa abertura, desde ese espacio más allá de nuestra realidad, siento la llamada. Fría. Vasta. Inmensamente poderosa. Y hambrienta.
El Devorador. Sabe que estamos aquí. La proximidad es aterradora.
Transmisión recibida: 4/17/2025
ID: 218