Transmisión 228

Fecha: 15.08.2189 (Estimado) Hora: Indeterminada (¿Relevante?)

Avanzamos a través del túnel roto, un paisaje de pesadilla sacado de los sueños febriles de un dios loco. El entorno cambia constantemente, sin lógica ni coherencia. En un momento caminamos sobre placas de metal oxidado que resuenan bajo nuestros pies, al siguiente sobre losas de piedra antigua grabadas con símbolos que parecen retorcerse en la penumbra. Pasamos por secciones donde las paredes son una fusión imposible de hormigón agrietado y maquinaria industrial destrozada, con cables colgando como enredaderas muertas.

Atravesamos cámaras que parecen fragmentos distorsionados de diferentes niveles de Oakhaven, aplastados y fusionados sin sentido. Vislumbro lo que parece una sección de un mercado residencial del Nivel 12, con puestos volcados y grafitis descoloridos, abruptamente cortada y pegada a una pieza de maquinaria pesada de algún nivel industrial olvidado. Más adelante, un laboratorio abandonado, con matraces rotos y consolas destrozadas, parece haberse fusionado con las ruinas de lo que podría haber sido un templo antiguo, con columnas rotas y altares profanados. Es un collage surrealista y aterrador de realidades rotas, un testimonio del poder destructivo que acecha cerca de la Cicatriz.

Y con cada paso, la sensación de la presencia del Devorador crece. No es una amenaza directa, no todavía, sino una presión mental constante, una atracción hacia el vacío, una promesa susurrante de disolución y olvido que se filtra en mis pensamientos. Tengo que luchar constantemente para mantener mi concentración en la débil y dolorosa corriente de Ecos que nos guía, para no perderme en la llamada entrópica que emana de este espacio fracturado. Es un esfuerzo agotador, que me deja mentalmente exhausto y con un dolor de cabeza punzante.

Scrappy permanece alerta, su pistola barriendo las sombras, sus sentidos aumentados probablemente tan confundidos como los míos, pero su determinación es palpable. Es un ancla en esta realidad inestable.

Después de lo que parece otra eternidad vagando por este laberinto imposible, algo cambia. La corriente de Ecos que sigo, aunque todavía débil e inestable, comienza a sentirse... más coherente. Más fuerte. Y, por primera vez desde que entramos en el Vacío Resonante, comenzamos a oír algo más que el silencio muerto.

Un sonido débil, distante, pero inconfundible. El sonido familiar de Oakhaven. El zumbido bajo de maquinaria antigua, el goteo constante de agua en túneles olvidados, el murmullo lejano y fantasmal de la vida o de sus Ecos persistentes.

"Estamos cerca", jadeo, sintiendo una oleada de esperanza mezclada con el agotamiento. La corriente de Ecos parece intensificarse, llevándonos hacia adelante con más fuerza.

El túnel roto termina abruptamente frente a nosotros, desembocando en una pared sólida de roca desnuda. Un callejón sin salida.

"¿Un callejón sin salida?", dice Scrappy, iluminando la pared con su lámpara, la decepción clara en su voz.

Pero yo sigo sintiendo la corriente. Pasa directamente a través de la roca.