El túnel lateral desciende aún más, serpenteando hacia las entrañas del planeta. A medida que avanzamos, el ambiente cambia de forma notable. El frío húmedo y pegajoso de los Sumideros superiores da paso a un calor seco y creciente. El aire, aunque todavía viciado, pierde parte del hedor a descomposición, pero se carga con un penetrante olor a azufre, como el aliento de un volcán dormido.
Las paredes del túnel también cambian. La mezcla caótica de ladrillo, metal corroído y roca natural es reemplazada gradualmente por paredes lisas y oscuras de lo que parece ser roca volcánica, obsidiana o basalto, como si estuviéramos entrando en una antigua chimenea volcánica o un tubo de lava.
Y la resonancia... la débil nota de orden que detecté antes se hace más fuerte con cada paso. Es una vibración constante y profunda que resuena en mis huesos, en mi propia esencia. Es una sensación de poder inmenso, casi inimaginable, pero extrañamente... contenido. Controlado. No es la calma artificial y vigilante del Nexo Custodio, ni la fría lógica distribuida de la Tejedora de Datos. Esto se siente mucho más antiguo, más fundamental.
Es una energía primordial. Como sentir el latido lento y poderoso del propio planeta bajo nuestros pies, o quizás, el latido de la increíblemente antigua máquina que, según la leyenda, se alimenta directamente de ese corazón planetario. La fuerza es abrumadora, pero no caótica ni amenazante como la proximidad del Devorador. Es estable, ordenada, una fuente de poder puro y contenido esperando en las profundidades.
La esperanza, mezclada con un temor reverencial, crece en mi interior. El Corazón de la Máquina podría ser real. Y estamos cada vez más cerca.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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