El Eco del broche en mi mano es un espejo perfecto del pulso que emana de la plataforma iluminada. No es una coincidencia. No es un Eco residual. Me han guiado hasta aquí. Deliberadamente. El trato por la Brújula, la pérdida del datapad... ¿formaba parte de su plan? ¿O simplemente han adaptado la situación, usando mi desesperación y mi sensibilidad para atraerme hacia ellos ahora que he perdido su mapa?
Siento una oleada de desconfianza fría, una paranoia que corta incluso a través de la niebla residual del lodo psicoactivo. Estoy mirando directamente a un nido de Mecanistas del Ojo Oculto. Una facción secreta, tecnológicamente avanzada, con motivaciones desconocidas más allá de su "fervor tecnológico" y su desdén por los Ecos. ¿Qué quieren de mí ahora que estoy aquí? ¿El mapa? ¿Más información? ¿Convertirme en uno de sus experimentos?
Mientras observo desde la oscuridad del conducto, paralizado por la indecisión y el miedo, una de las figuras en la plataforma se detiene. Deja las herramientas que estaba usando y se separa del grupo. Se dirige al borde de la plataforma, justo enfrente de mi escondite.
Es alta, de complexión delgada pero con una presencia sólida. Lleva una máscara metálica pulida que cubre la mitad inferior de su rostro, dejando visibles solo unos ojos intensos y calculadores. Un único implante ocular, un disco rojo que brilla suavemente en la penumbra, escanea la oscuridad donde me oculto. No hay duda. Me ha visto. O me ha detectado de alguna otra manera. Sus sensores, su tecnología... probablemente mi escondite nunca fue realmente un escondite para ellos.
Me encojo instintivamente, intentando fundirme con las sombras polvorientas del conducto, aunque sé que es inútil. El corazón me martillea contra las costillas. ¿Qué harán ahora? ¿Dispararán? ¿Activarán alguna trampa?
La figura levanta una mano. Una mano metálica, con dedos largos y articulados. Y me hace una seña. Un gesto lento, deliberado. Una invitación a acercarme. No parece haber amenaza directa en el gesto, solo una orden tranquila, una expectativa de obediencia.
Vacilo. ¿Salir a la luz? ¿Revelarme completamente? Después de haberles robado (bueno, tomado prestado) sus suministros, después de haber perdido el datapad con su valiosa información... ¿qué me espera ahí fuera? Podría intentar retroceder por el conducto, buscar otra salida, pero ¿hacia dónde? Estoy perdido, desorientado, y ellos probablemente ya han sellado cualquier otra ruta. Y mis perseguidores originales siguen ahí fuera.
¿Qué otra opción tengo realmente? Huir parece imposible. Quedarme aquí es solo retrasar lo inevitable. Quizás... quizás la única salida sea atravesar este nuevo obstáculo. Enfrentarme a ellos. Averiguar qué quieren.
Tomo una decisión, impulsado más por la falta de alternativas que por la valentía. Lentamente, dolorosamente, salgo del conducto. Mis músculos protestan, mis manos y rodillas arden por las rozaduras. Me pongo de pie en el suelo frío del hangar, sintiéndome ridículamente pequeño y expuesto bajo la inmensidad de la caverna industrial y la mirada (literal y figurada) de los Mecanistas en la plataforma.
La figura en la plataforma asiente levemente, como si aprobara mi decisión. Luego, señala con su mano metálica una rampa cercana que asciende hasta su nivel. La invitación sigue en pie.
Con el corazón latiéndome tan fuerte que lo oigo en mis oídos, empiezo a caminar hacia la rampa. Cada paso resuena en el silencio relativo del hangar. Siento las miradas invisibles de los otros Mecanistas sobre mí, aunque cuando llego a la base de la rampa y empiezo a subir, veo que la mayoría ha vuelto a su trabajo, apenas interrumpiendo sus tareas. Solo breves miradas evaluadoras, frías, desapasionadas, como si estuvieran examinando una nueva pieza de maquinaria defectuosa. Sus ojos, naturales o cibernéticos, no muestran hostilidad, pero tampoco calidez. Solo una curiosidad distante, analítica.
El aire en la plataforma es diferente. Huele a aceite caliente, a metal quemado por soldaduras de precisión, a ozono generado por maquinaria activa. Es el olor de un taller vivo, no de una tumba industrial.
La figura que me llamó se acerca mientras llego a la cima de la rampa. De cerca, es aún más imponente. La máscara metálica oculta cualquier expresión, pero sus ojos humanos visibles son agudos, inteligentes, y me estudian con una intensidad que me incomoda. El implante ocular rojo zumba suavemente mientras me escanea de arriba abajo, probablemente analizando mi estado físico, mis constantes vitales, quizás incluso mi firma de Eco residual.
"Archivero Silas", dice la figura. Su voz es femenina, clara, aunque modulada por la máscara, dándole un ligero timbre metálico. Habla con una calma y una autoridad que no admiten discusión. Saben mi nombre. Saben mi antigua profesión. No hay sorpresas aquí para ellos. "Bienvenido al Taller 4-Sigma-Prime." Una pausa. "Soy Kex, Supervisora de esta unidad de recuperación."
Kex. Supervisora. Unidad de recuperación. Nombres y títulos que no significan nada para mí, pero que implican una estructura, una jerarquía. Y confirman mis sospechas. He caído directamente en sus manos. La pregunta ahora es: ¿qué van a hacer conmigo?
Transmisión recibida: 4/17/2025
ID: 24