El regreso a la conciencia es lento, doloroso. Mi mente se siente magullada, mi cuerpo agotado hasta un extremo que nunca antes había experimentado. Lo primero que percibo es el silencio. Un silencio pesado, expectante, que ha reemplazado la cacofonía de energía desatada y el estruendo del combate.
Abro los ojos con dificultad. Estoy tumbado en el suelo frío de la plataforma, cerca de una consola antigua medio derretida. Scrappy está arrodillada a mi lado, su expresión una mezcla de preocupación y alivio.
La caverna está bañada por el resplandor anaranjado del lago de magma que hay debajo, y por la luz ahora más estable y potente que emana del Corazón de la Máquina. La colosal estructura de obsidiana y magma late con un ritmo profundo y constante, su resonancia ordenada llenando el espacio, una presencia tranquilizadora después del caos. El aire huele a ozono, a piedra quemada y a esa quietud extraña que sigue a una tormenta.
Miro hacia la plataforma donde estaban los Cultores. Yacen inmóviles, figuras oscuras contra el metal antiguo. Algunos parecen retorcerse débilmente. Sus extraños dispositivos, los amplificadores de Ecos, están destrozados, humeando o cubiertos de una escarcha antinatural que se disipa lentamente en el calor de la caverna.
La amenaza inmediata, su intento de corromper el Corazón o abrir un portal al Devorador, ha sido neutralizada. Pero la sensación de peligro persiste, una corriente subterránea bajo la calma aparente. Esto no ha terminado. Ni mucho menos.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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