La onda de resonancia armónica, una nota pura y sostenida de orden fundamental, emana de mí, enfocada a través del Sintonizador y guiada por los artefactos. Se extiende por la estación abandonada y golpea al Cazador de Ecos como una fuerza física invisible.
La reacción es instantánea y violenta. La criatura sisea, un sonido horrible que rasga el aire silencioso de la estación, un ruido que parece provenir tanto de una garganta física como directamente de mi mente. Retrocede visiblemente, como si hubiera chocado contra un muro invisible.
Sus contornos oscuros, normalmente definidos y amenazantes, parpadean e inestabilizan, como una imagen holográfica mal sintonizada o una sombra a punto de disolverse bajo una luz demasiado brillante. El vacío que proyectaba, la parálisis psíquica que había comenzado a atenazarme, vacila y se disipa parcialmente, permitiéndome mantener la concentración, aunque el esfuerzo es inmenso.
Y entonces, su voz explota en mi mente, ya no fría y sin emociones, sino cargada de algo que solo puedo interpretar como dolor y rabia alienígena.
<< ¡Disonancia! >> La palabra es un grito mental, una declaración de sufrimiento ante la armonía pura. << ¡Orden incorrecto! ¡La Señal no debe ser cantada así! ¡Debe ser contenida! ¡Silenciada! >>
Mi teoría era correcta. La armonía pura, el orden fundamental de la Señal, es anatema para esta criatura del vacío. La hiere. La debilita.
Pero no la destruye. Todavía no.
Transmisión recibida: 4/17/2025
ID: 256