El inyector hipodérmico brilla débilmente bajo la luz del taller, una promesa de claridad en la mano metálica de Kex. El precio: información. Información sobre la Custodia, la entidad que me dio la Brújula, que me mostró el Corazón Silente, que me advirtió de los peligros. Traicionar esa confianza, por limitada y enigmática que fuera, se siente... mal. Profundamente mal. Es como vender el único secreto que no es completamente mío en este lío.
Pero ¿cuál es la alternativa? Mi cabeza es un caos. Los efectos del lodo psicoactivo empeoran, los Ecos distorsionados y las visiones de colores amenazan con ahogar mi capacidad de pensar racionalmente. No puedo permitirme estar incapacitado, no aquí, no ahora. Necesito claridad mental para evaluar mi situación, para planificar mi próximo movimiento, para tener alguna posibilidad de sobrevivir. Y necesito salir de aquí. Necesito llegar a la Red de Sombra.
Kex tiene razón: necesito el purgador neural desesperadamente. Y ellos tienen el poder de dármelo, y de ofrecerme una escolta hasta la ruta de escape que me prometieron (y por la que ya pagué con la Brújula). ¿Puedo permitirme rechazar su oferta por un escrúpulo de lealtad hacia una entidad que apenas conozco y cuyas motivaciones últimas desconozco?
La supervivencia primero. Siempre la supervivencia. Es la única ley que realmente importa en las profundidades de la Necrópolis. La Custodia entendería... o quizás no. No importa. Tengo que tomar la decisión que me mantenga vivo.
Además, ¿qué daño real puede hacer mi información? Los Mecanistas ya saben de los Custodios. Ya tienen la Brújula para estudiarlos. Mis palabras solo añadirán detalles a un cuadro que ya están pintando. Quizás compartir información incluso pueda convertirlos en aliados más firmes, o al menos, en protectores temporales. Si les doy lo que quieren, quizás me dejen ir. Quizás incluso me ayuden más en el futuro, como insinuó Kex.
Es otra apuesta. Otra transacción en este mercado negro de secretos y supervivencia. Vendo información sobre una facción a cambio de mi cordura y una oportunidad de escapar.
Miro a Kex, a sus ojos intensos y calculadores, al implante rojo que me escanea sin piedad. Luego miro el inyector. Tomo una respiración profunda, el aire cargado de ozono y aceite caliente llenando mis pulmones.
"De acuerdo", digo finalmente, mi voz sonando más firme de lo que me siento. "Os lo contaré todo. Lo que recuerdo. Pero necesito saber que puedo confiar en vosotros. Necesito esa escolta a la Red de Sombra."
Kex asiente, un movimiento corto y preciso. "La información que te dimos sobre el acceso RS-4S-117 es precisa. Cumpliremos nuestra parte. Una vez que te administremos el purgador y nos hayas contado lo que necesitamos saber, te proporcionaremos una escolta hasta allí." Levanta ligeramente el inyector. "¿Tenemos un trato?"
La pregunta final. El punto de no retorno. Miro el líquido claro en el vial. La promesa de claridad. La llave para seguir adelante.
Asiento, sellando el pacto. "Trato hecho."
Kex no pierde el tiempo. Con una eficiencia rápida, casi robótica, acerca el inyector a mi brazo. Siento el pinchazo agudo de la aguja hipodérmica perforando mi piel y el músculo subyacente. Un instante de dolor, seguido inmediatamente por una sensación de frío intenso que se extiende rápidamente por mis venas, subiendo por mi brazo hacia mi pecho y mi cabeza.
El efecto es casi instantáneo. Y asombroso.
La presión sorda en mi cabeza se disipa como niebla al sol. Los Ecos industriales distorsionados se enderezan abruptamente, volviendo a ser solo un zumbido de fondo, molesto pero familiar. La música disonante cesa. Los susurros burlones se callan. Los patrones de colores que danzaban ante mis ojos se desvanecen por completo, dejando solo la penumbra real del taller. La sensación de irrealidad desaparece, reemplazada por una claridad mental casi dolorosa después de la confusión. Puedo pensar de nuevo. Puedo concentrarme. El mundo vuelve a tener sentido, por terrible que sea ese sentido.
El Purgador-7 ha funcionado. Me siento... limpio. Vacío. Y extrañamente vulnerable sin la distorsión sensorial que me había acompañado durante las últimas horas.
"Mejor", constata Kex, observando mi reacción con su ojo cibernético. Retira el inyector vacío. "Ahora puedes procesar la información correctamente." Hace una pausa, su mirada fija en mí. "Habla. Cuéntanos sobre la Custodia."
La demanda es clara. He recibido mi parte del trato (al menos, la primera parte). Ahora me toca pagar. La claridad mental recién recuperada me permite acceder a mis recuerdos del encuentro con la Custodia con una nitidez sorprendente. Los detalles están ahí, esperando ser contados. Esperando ser vendidos.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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