TRANSMISIÓN 267
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Transmisión 267

Transmisión 267

Fecha: 29.09.2189 (Estimado) Hora: Indeterminada

De vuelta a la mierda. Apenas dos ciclos de relativa calma en El Nido y ya estamos de nuevo sumergidos en las entrañas podridas de Oakhaven. Los Sumideros. Un nombre apropiado para un lugar donde el tiempo, la esperanza y la cordura van a morir lentamente, ahogados en residuos tóxicos y Ecos de desesperación.

Cada túnel retorcido es una copia del anterior, cada caverna llena de lodo burbujeante un espejo de la última. La maquinaria oxidada y olvidada gime con el peso de ciclos incontables, fantasmas metálicos en una ópera de decadencia. El diseño parece intencional, una arquitectura de la desesperación pensada para desorientar, para quebrar el espíritu antes de que las criaturas o las bandas lo hagan. El aire fétido se pega a la garganta como aceite rancio, un cóctel nocivo de químicos industriales, descomposición biológica y el olor metálico del miedo antiguo.

Y los Ecos... siempre los Ecos. Aquí abajo son una cacofonía constante, un ruido blanco psíquico de miseria acumulada, de vidas rotas, de muertes violentas. Amenazan con erosionar mis escudos mentales recién reparados, una marea constante que golpea las defensas, buscando una grieta por donde filtrarse y ahogarme en la locura colectiva de los perdidos.

Llevamos lo que parecen varios ciclos –el tiempo es un concepto fluido y sin sentido aquí abajo– navegando por este infierno subterráneo desde que dejamos la relativa (muy relativa) seguridad de El Nido. Nuestro destino: un centro geotérmico olvidado, una leyenda de carroñeros que podría ser nuestra salvación o nuestra tumba.

Scrappy va delante. Su conocimiento fragmentado de la Red de Sombra, combinado con sus sensores y una dosis saludable de instinto de supervivencia perfeccionado en este entorno hostil, nos guía por las rutas supuestamente "menos peligrosas". Una broma de mal gusto en este lugar. "Menos peligroso" aquí significa que quizás solo te encuentres con mutantes del tamaño de un perro en lugar de los del tamaño de un camión, o que la banda que te embosque solo quiera tus botas y no tu hígado.

Yo la sigo de cerca, actuando como los ojos y oídos psíquicos. El Sintonizador de Ecos es una extensión de mi propia sensibilidad recuperada, una herramienta vital para detectar las amenazas inmediatas que los sensores de Scrappy podrían pasar por alto. Barremos constantemente nuestro entorno: nidos de criaturas mutantes horribles que acechan en las tuberías de residuos esperando una comida incauta, patrullas de bandas territoriales cuyos Ecos gritan violencia brutal y sed de sangre, y zonas donde la propia realidad parece enferma, donde los Ecos son tan tóxicos o inestables que amenazan con desgarrar la mente con solo acercarse demasiado.

Hemos tenido varios roces. Demasiados. Una vez, tuvimos que sumergirnos hasta el cuello en un tanque de sedimentación abandonado, el lodo espeso y nauseabundo llenando nuestras ropas y fosas nasales, mientras una partida de caza de los Cultos Caníbales pasaba justo por encima. Sus Ecos eran un vacío hambriento, sus ojos brillando con una luz roja y antinatural en la oscuridad, buscando carne fresca. El olor a podredumbre y el frío del lodo casi me hacen perder el conocimiento, pero el miedo a convertirme en su próxima comida me mantuvo inmóvil, respirando superficialmente a través de la tela de mi chaqueta. Salimos de allí cubiertos de inmundicia, temblando, pero vivos. Por ahora.

Transmisión recibida: 4/17/2025

ID: 267