TRANSMISIÓN 268
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Transmisión 268

Transmisión 268

Fecha: 30.09.2189 (Estimado) Hora: Indeterminada

Apenas habíamos limpiado el lodo fétido del tanque de sedimentación cuando casi nos topamos con algo peor. Estábamos cruzando un puente improvisado sobre un río lento de residuos químicos burbujeantes, cuyo hedor ácido quemaba los ojos y la garganta, cuando algo emergió de las profundidades viscosas.

Era enorme, una abominación biomecánica que desafiaba cualquier clasificación. Parecía un ciempiés gigante, de varios metros de largo, pero su cuerpo segmentado estaba hecho de una amalgama grotesca de cables oxidados, placas de metal corroídas y trozos de carne pálida e hinchada que palpitaban débilmente. Múltiples patas metálicas arañaban el borde del río mientras su cabeza, una masa informe de sensores rotos y fauces babeantes, se giraba hacia nosotros. Su Eco era una mezcla nauseabunda de instinto depredador primario y el dolor residual de la tecnología rota.

No hubo tiempo para pensar. Scrappy reaccionó al instante, empujándome hacia atrás mientras levantaba su pistola y disparaba una ráfaga concentrada hacia la cabeza de la criatura. Los proyectiles impactaron con chispas y un sonido húmedo y desagradable. La bestia chilló, un sonido agudo y chirriante de metal torturado, y retrocedió hacia el río químico, agitándose furiosamente antes de volver a sumergirse en la inmundicia burbujeante. No sé si la herimos gravemente o simplemente la asustamos, pero nos dio la oportunidad de cruzar el puente a toda velocidad y perdernos en el siguiente laberinto de túneles.

Estos encuentros son constantes, un recordatorio brutal de que somos intrusos en un ecosistema hostil que nos quiere muertos o digeridos. Pero, irónicamente, estas amenazas físicas tangibles no son mi mayor preocupación.

Es el silencio. El silencio donde debería estar el Cazador de Ecos.

Desde que lo enfrentamos en la estación de metro, desde que desaté esa oleada de armonía pura amplificada por el Corazón de la Máquina, no he vuelto a sentir su presencia. Uso el Sintonizador constantemente, barriendo las frecuencias psíquicas en busca de ese vacío frío y depredador, esa ausencia que se siente como una presencia. Pero no detecto nada. Absolutamente nada.

¿Se ha ido de verdad? ¿Pudo mi ataque, reforzado por el Corazón, destruirlo permanentemente? Una parte de mí quiere creerlo desesperadamente. Pero la cautela, o quizás la paranoia nacida de este infierno, me dice lo contrario. Los Guardianes Silenciosos, las entidades como el Cazador, no son fáciles de destruir. ¿Y si simplemente se ha retirado? ¿Si está esperando, acechando en un nivel de sigilo que incluso el Sintonizador, incluso mi propia sensibilidad, no puede penetrar? La incertidumbre es una tortura lenta, un peso constante en mi mente. Prefiero casi la amenaza directa a esta duda corrosiva.

Mientras tanto, aprovecho cada breve descanso que nos permitimos en nichos relativamente seguros –rincones oscuros donde los Ecos son menos agresivos, cámaras de mantenimiento olvidadas– para continuar mi estudio y práctica. La necesidad es un gran maestro.

Sigo meditando con el cristal de Theron, reconstruyendo y fortaleciendo mis escudos psíquicos, intentando encontrar ese centro de calma en medio del caos. Intento comprender mejor mi propia resonancia, sentir sus límites, sus posibilidades.

Estudio el libro de los Arquitectos, aunque sigue siendo un rompecabezas frustrante. Siento intuitivamente los patrones de la Señal, la danza de la armonía y la disonancia que describe, pero la comprensión intelectual completa se me escapa. La "llave resonante", esa "chispa de la Primera Canción", sigue siendo un misterio. ¿Es un objeto? ¿Un lugar? ¿Una frecuencia específica que debo encontrar o generar? Sin ella, siento que solo estoy arañando la superficie del conocimiento contenido en sus páginas metálicas.

Y examino el mapa estelar, comparando sus símbolos alienígenas con los fragmentos que descifro del libro, buscando patrones, conexiones. La ruta débil que encontré, la que se aleja de la Cicatriz, sigue ahí, tentadora e inaccesible.

Scrappy me observa durante estas sesiones con su habitual mezcla de fascinación y pragmatismo cínico. Una vez, mientras intentaba reproducir una secuencia armónica simple descrita en el libro –un ejercicio para, supuestamente, calmar Ecos menores–, me interrumpió.

"Sigues jugando con fuego, Archivero", dijo, limpiando su pistola. Hizo una pausa, mirándome con una expresión indescifrable. "Pero al menos ahora parece que sabes dónde está el mango de la sartén."

Supongo que eso es un progreso. O quizás solo significa que me quemaré de forma más espectacular cuando todo explote.

Transmisión recibida: 4/17/2025

ID: 268