El capullo verdoso pulsa ante mí, una aberración orgánica en el corazón de la decadencia metálica. Los susurros que emanan de él son un ruido blanco sibilante, llenando el túnel estrecho. Me quedo inmóvil, el cuchillo temblando en mi mano, mi mente luchando por comprender qué es esta cosa. ¿Una criatura? ¿Un sistema de defensa biológico de la Red? ¿Algo completamente diferente?
Mientras observo, paralizado por una mezcla de miedo y una mórbida curiosidad de archivero, una sección del capullo, justo en el centro, comienza a ondularse. La superficie translúcida se pliega sobre sí misma, retrocediendo lentamente como el iris de un ojo gigantesco y enfermo. Se abre un agujero circular, revelando solo una oscuridad profunda y absoluta en su interior.
En el instante en que la abertura se forma por completo, los susurros cesan. Abruptamente. El silencio que cae es repentino, pesado, cargado de una tensión insoportable. Es peor que los susurros. Es el silencio de algo que escucha. De algo que observa.
Levanto el cuchillo instintivamente, preparándome para lo que sea que vaya a salir de esa oscuridad. ¿Garras? ¿Tentáculos? ¿Una nube de esporas venenosas?
Pero no sale nada. En lugar de un ataque físico, siento algo mucho más insidioso. Una presión. Una presión directamente en mi mente.
No es como la comunicación mental de la Custodia, que era clara, aunque invasiva. Esto es diferente. Es una sonda. Una sonda psíquica fría y curiosa que palpa los bordes de mi conciencia como dedos invisibles. Siento cómo hurga en mis pensamientos recientes, en mis miedos más profundos. Imágenes fugaces parpadean en mi mente sin mi permiso: la visión aterradora de la Cicatriz, el símbolo brillante de la Unidad Rota en el mapa estelar, el rostro impasible de Kex tras su máscara metálica, el brillo rojo de su ojo cibernético, el recuerdo del Purgador-7 limpiando mi cabeza...
La sonda no es dolorosa, no físicamente. Pero la sensación de invasión es total, violando la privacidad de mi propia mente. Intento resistirme. Intento levantar las barreras mentales que a veces uso para protegerme de los Ecos abrumadores, visualizando muros de estática blanca, tratando de bloquear la intrusión. Pero la sonda es persistente, se desliza a través de mis defensas con una facilidad desconcertante, como humo a través de una rendija. Sigue leyendo, catalogando, analizando.
¿Qué busca? ¿Información? ¿Intenciones? ¿Está evaluando si soy una amenaza?
Después de unos segundos que se sienten como una eternidad de violación mental, la presión cesa tan abruptamente como comenzó. La sonda se retira. Me deja sintiéndome mentalmente magullado, expuesto.
La abertura circular en el capullo comienza a cerrarse lentamente, el iris orgánico volviendo a su lugar. Una vez que se cierra por completo, la luminiscencia verdosa del capullo disminuye ligeramente. Y los susurros sibilantes regresan. Pero ahora suenan... diferentes. Ya no son aleatorios. Hay una cualidad inquisitiva en ellos, como si estuvieran discutiendo lo que acaban de descubrir en mi mente.
Me quedo allí, temblando ligeramente, el sudor frío pegándome la túnica a la espalda. ¿Qué acaba de pasar? ¿He sido escaneado por alguna forma de inteligencia alienígena o mutante? ¿He pasado algún tipo de prueba? ¿O simplemente he sido catalogado como una presa potencial o una curiosidad insignificante?
No quiero quedarme para averiguarlo. El túnel continúa más allá del capullo. Tengo que pasar junto a él.
Con el corazón latiéndome desbocado, me pego a la pared opuesta del túnel, intentando mantener la mayor distancia posible de la masa pulsante. Son apenas unos centímetros. Mientras paso a su lado, siento de nuevo esa presión psíquica, más ligera esta vez, menos invasiva, más como una mirada curiosa siguiéndome. Los susurros aumentan de volumen a mi paso, las sílabas sin sentido arremolinándose a mi alrededor como insectos invisibles, casi rozando mis oídos. La piel se me eriza. Acelero el paso, medio arrastrándome, medio corriendo agachado.
Una vez que he dejado atrás el capullo, no me detengo. Sigo avanzando a toda velocidad por el túnel oscuro y húmedo, poniendo tanta distancia como puedo entre esa cosa y yo. Solo cuando los susurros y la luz verdosa se han desvanecido por completo detrás de mí, me permito reducir la velocidad, jadeando.
La experiencia me ha dejado profundamente inquieto. La Red de Sombra no es solo un laberinto físico de túneles olvidados. Es un ecosistema extraño y vivo, lleno de entidades que desafían cualquier clasificación, con habilidades y motivaciones que no puedo empezar a comprender. Y acabo de interactuar con una de ellas. O, más bien, ella ha interactuado conmigo.
¿Qué información obtuvo de mi mente? ¿Y qué hará con ella? La incertidumbre es una nueva capa de miedo que se añade a mi ya pesada carga.
Transmisión recibida: 4/17/2025
ID: 32