Transmisión 348

Fecha: 18.12.2189 (Estimado) Hora: Indeterminada (Caída del Cazador)

La onda de pura resonancia armónica envuelve al Cazador. La criatura, un ser nacido de la corrupción y anclado al silencio, no tiene defensa contra tal pureza. Es como exponer a una criatura de la oscuridad más profunda a la luz directa del sol.

El efecto es catastrófico.

El Cazador emite un aullido final, un sonido que es a la vez un grito de agonía y un chillido de pura estática, como si su propia esencia estuviera siendo desgarrada. Su armadura quitinosa se agrieta y se rompe, no por el impacto físico, sino por la resonancia interna que la hace vibrar hasta desintegrarse. La luz blanca azulada que proyecté parece ser absorbida por él, pero en lugar de fortalecerlo, lo sobrecarga desde dentro.

Puedo sentir su núcleo corrupto, el nudo de silencio y resonancia retorcida que lo anclaba al ritual, luchando desesperadamente contra la armonía invasora. Es como verter agua pura en ácido concentrado. La reacción es violenta, inestable. El Cazador convulsiona, su forma parpadea y se distorsiona. Los glifos en su armadura brillan con una luz enfermiza antes de apagarse uno por uno.

Entonces, con una implosión silenciosa que absorbe incluso la luz circundante por un instante, el Cazador... deja de existir. No explota. Simplemente se colapsa sobre sí mismo, disolviéndose en una nube de cenizas negras y finas que se dispersan rápidamente en el aire quieto de la plaza, sin dejar rastro alguno, excepto la sensación persistente de su maldad y el eco de su último aullido silencioso.

En el momento en que el Cazador desaparece, siento un cambio drástico en la atmósfera. La conexión que actuaba como ancla se rompe por completo. El campo de silencio intensificado que rodeaba al Cazador se disipa como niebla al amanecer. Y lo más importante, la energía oscura que pulsaba desde el zigurat, la fuerza motriz del Ritual de Silencio, vacila notablemente. El ritual no se ha detenido, pero su fuente de poder y estabilidad principal ha sido eliminada. El campo de amortiguación general en todo el distrito disminuye significativamente, la presión sobre mi mente aliviándose hasta ser casi soportable.

Hemos ganado. Hemos derrotado al guardián.

Pero la victoria tiene un precio terrible. La energía necesaria para canalizar esa última oleada armónica, para sobrecargar al Cazador, me ha vaciado por completo. Es peor que las veces anteriores. Siento como si mi propia chispa resonante estuviera a punto de extinguirse. El libro, el mapa y el Sintonizador caen de mis manos inertes. Mis piernas ceden definitivamente, y esta vez, la oscuridad me reclama antes de que Scrappy pueda alcanzarme. Me desplomo sobre la fría piedra de la plaza, inconsciente, mientras el eco de la Primera Canción se desvanece en el silencio recuperado.