Transmisión 377

Fecha: Indeterminada (Descenso a la Undercity) Hora: Indeterminada

Descender a los niveles inferiores de la Necrópolis es como sumergirse en las entrañas olvidadas y enfermas de la ciudad. Los túneles de servicio relativamente ordenados dan paso a cavernas naturales erosionadas, antiguas infraestructuras colapsadas y secciones donde la propia roca parece supurar una sustancia bioluminiscente enfermiza. La oscuridad es más profunda aquí, apenas mitigada por el brillo esporádico de hongos fosforescentes o el parpadeo moribundo de luces de emergencia de hace siglos.

El aire es espeso, cargado del olor a descomposición, a químicos estancados y a algo más... algo vivo y hostil. Escuchamos constantemente sonidos extraños en la oscuridad: el correteo de criaturas con demasiadas patas, el chirrido de metal retorciéndose bajo tensiones invisibles, y a veces, Ecos distantes de dolor o locura que hacen que se me erice el vello de la nuca.

Este entorno caótico es una tortura para mi resonancia dañada. La Señal aquí abajo es un grito discordante, una mezcla de Ecos primarios, la resonancia corrupta de criaturas mutadas y la omnipresente Estática que parece filtrarse desde las profundidades. Intentar usar mi percepción resonante es como intentar escuchar un susurro en medio de un concierto de ruido industrial. Cada intento me provoca oleadas de dolor y desorientación, y la mayor parte del tiempo, me veo obligado a confiar únicamente en mis sentidos físicos, sintiéndome ciego y vulnerable.

En este entorno hostil, Scrappy prospera. Se mueve con una confianza depredadora, su pistola siempre lista, su ojo cibernético escaneando constantemente la oscuridad en busca de amenazas. Nos guía a través de pasajes ocultos y túneles derrumbados que solo alguien con su conocimiento de los bajos fondos podría conocer. En varias ocasiones, nos topamos con grupos de carroñeros de aspecto desagradable o criaturas mutadas atraídas por nuestra luz. Scrappy los maneja con una eficiencia brutal, a veces con una ráfaga bien colocada, otras con una amenaza siseada que parece bastar para ahuyentarlos. Me protege, manteniéndose siempre entre yo y cualquier peligro potencial, consciente de mi debilidad actual.

A pesar del peligro constante y mi propia fragilidad, hay una extraña sensación de... liberación. Hemos escapado de la jaula dorada de Kex, de su vigilancia constante, de su control calculado. Aquí abajo, en el caos y la decadencia, somos vulnerables, sí, pero también somos libres. Libres para tomar nuestras propias decisiones, para cometer nuestros propios errores. Es una libertad peligrosa, comprada a un alto precio, pero es preferible a la seguridad controlada que dejamos atrás.

"Ya casi llegamos al territorio de Gear", anuncia Scrappy después de varios ciclos de viaje agotador, señalando una sección particularmente densa de estructuras improvisadas construidas con chatarra y escombros en la distancia, iluminada por el brillo parpadeante de fuegos y luces químicas. "La Undercity propiamente dicha. A partir de aquí, ten cuidado. Las reglas son diferentes aquí abajo. O mejor dicho, no hay reglas."

Nos acercamos al borde del dominio de Gear, un laberinto de metal oxidado y sueños rotos, esperando que el excéntrico chatarrero nos ofrezca refugio y no solo otro tipo de trampa.