Transmisión 392

Fecha: Indeterminada (Caos en el Nexus) Hora: Indeterminada

FIN DEL CAPÍTULO 17

La batalla en la cámara del Nexus es brutal y desigual. Mi escudo armónico parpadea y falla bajo el fuego concentrado y la interferencia resonante de los guardaespaldas de Kex. Scrappy lucha con la ferocidad de una bestia acorralada, pero los Mecanistas son demasiados, demasiado disciplinados. Nos están haciendo retroceder, empujándonos hacia el propio Nexus.

"¡Asegurad al Archivero!", ordena Kex, su voz tranquila en medio del caos. "Neutralizad a la mercenaria. El Nexus debe ser preservado intacto."

Varias unidades Mecanistas avanzan, sus armas cambiando a modos no letales pero incapacitantes: redes de energía, rayos sónicos, proyectiles de estasis. Estamos a punto de ser capturados.

Miro el Nexus, sintiendo su poder atenuado pero aún inmenso. Luego miro a Kex, su fría determinación por poseerlo. No puedo permitirlo. No puedo dejar que este legado caiga en sus manos para ser torcido y explotado. Si no podemos protegerlo, al menos puedo negárselo.

Tomo una decisión desesperada. Ignorando la estática dolorosa de los dispositivos de interferencia, me lanzo hacia el Nexus, colocando mis manos directamente sobre los artefactos aún conectados. Cierro los ojos y vierto toda mi resonancia, toda mi voluntad, no en controlar el Nexus, sino en desestabilizarlo. Empujo contra su armonía inherente, introduciendo una disonancia deliberada, intentando forzar una sobrecarga controlada, similar a lo que hice con el Foco Silenciador, pero a una escala mucho mayor y con un artefacto infinitamente más complejo y poderoso.

"¡Silas, no!", grita Scrappy, dándose cuenta de lo que intento hacer.

El Nexus reacciona instantáneamente. La canción armónica se convierte en un chillido discordante. La luz azul-blanca parpadea, volviéndose un rojo furioso y luego un blanco cegador. Una oleada masiva de energía resonante pura e inestable explota hacia afuera desde la estructura central.

Siento un dolor abrasador cuando la energía me golpea, arrojándome hacia atrás. La cámara entera tiembla violentamente. Grandes secciones de los grabados en las paredes se agrietan y oscurecen. Trozos de la piedra antigua caen del techo invisible. La estructura del Nexus chisporrotea y humea, sus anillos girando erráticamente, la luz en su núcleo parpadeando como un corazón moribundo.

La oleada de energía golpea a los Mecanistas con toda su fuerza. Los que estaban más cerca son vaporizados instantáneamente o arrojados como muñecos contra las paredes distantes. Los campos de interferencia de los guardaespaldas de Kex fallan catastróficamente. Veo a Kex misma envuelta en la luz blanca, su expresión impasible finalmente rota por algo que podría ser sorpresa o incluso miedo, antes de que la explosión la oculte de mi vista.

El caos es total. La cámara se está volviendo inestable, la energía resonante fluctuando salvajemente.

"¡Vámonos!", grita Scrappy, agarrándome del brazo y tirando de mí hacia el túnel por el que entramos, que milagrosamente sigue abierto.

Nos tambaleamos hacia la oscuridad mientras la cámara del Nexus tiembla y gime detrás de nosotros. Escucho el sonido de rocas cayendo y la estructura del Nexus emitiendo un último acorde disonante antes de que un derrumbe parcial bloquee la entrada, sumergiéndonos de nuevo en el silencio polvoriento de los túneles antiguos.

Estamos vivos. Hemos escapado. Pero ¿a qué precio? ¿He destruido el Nexus? ¿O simplemente lo he dañado, dejándolo vulnerable a la Estática o a quienquiera que lo encuentre después? ¿Ha sobrevivido Kex?

Nos adentramos en la oscuridad, dejando atrás el Corazón Resonante herido, sin saber si hemos salvado un legado o desatado una catástrofe aún mayor. Nuestro futuro, y el de la Necrópolis, es más incierto que nunca.