Transmisión 413

Fecha: Indeterminada (Infiltración en la Herida) Hora: Indeterminada

CICLO 1: CAPÍTULO 20 - DISONANCIA EN EL CORAZÓN

Esperamos en las sombras de la entrada derrumbada, observando los movimientos del Culto del Eco Roto dentro de la cámara del Nexus. Sus cánticos disonantes llenan el aire, un coro cacofónico que rechina contra la resonancia natural del lugar, por muy dañada que esté. Aprovechando un momento en que la mayoría de los cultistas parecen concentrados en algún tipo de ritual cerca de la estructura central, nos deslizamos a través de los escombros hacia el interior de la cámara.

El lugar es una profanación. Los elegantes grabados de los Arquitectos en las paredes están cubiertos por los símbolos retorcidos y agresivos del Culto, pintados con alguna sustancia bioluminiscente púrpura que pulsa débilmente al ritmo de sus cánticos. Han erigido extrañas estructuras totémicas hechas de chatarra, hueso y cables orgánicos que parecen supurar una sustancia oscura. El aire es espeso, cargado no solo con el olor a ozono del Nexus dañado, sino también con el hedor dulzón y nauseabundo de la corrupción orgánica que acompaña al Culto. La energía resonante es un torbellino caótico de armonía rota y disonancia activa, una batalla psíquica que amenaza con desgarrar mi mente.

Me aferro a mi burbuja de quietud interior con todas mis fuerzas, usándola como un escudo y un filtro. A través de ella, extiendo mi percepción. Siento a los cultistas: una docena, quizás más, la mayoría concentrados cerca del Nexus, pero algunos apostados como centinelas en la periferia de la cámara. Siento su fervor fanático, su conexión con la Estática, su intención de retorcer la energía del Nexus.

También siento el propio Nexus. Está herido, sangrando energía resonante de forma errática. Los cables que el Culto ha conectado parecen estar drenando parte de su poder, pero también introduciendo su propia disonancia en el sistema. Sin embargo, aún no está completamente corrupto. Siento un núcleo de armonía luchando por mantenerse, una resistencia débil pero persistente contra la infección. El cristal guardián Espectro que llevo vibra débilmente en respuesta, como si reconociera su propósito.

Scrappy se mueve delante de mí, una sombra entre las sombras. Su sigilo es impecable, aprovechando cada pila de escombros, cada columna rota, cada zona de oscuridad. Me guía con señales manuales, indicando la posición de los centinelas que yo detecto con mi resonancia. Nuestros movimientos son lentos, metódicos, cada paso calculado para evitar el más mínimo ruido.

Nuestro objetivo es claro: alcanzar la estructura central del Nexus, colocar el guardián Espectro en un punto de conexión adecuado (algo que tendré que determinar usando mi resonancia) y activarlo para crear el campo de contención armónica. Todo ello sin alertar a la docena de fanáticos del Culto que actualmente ocupan la cámara.

La tensión es casi insoportable. Cada crujido de escombros bajo nuestros pies, cada fluctuación en los cánticos del Culto, cada pulso errático de energía del Nexus amenaza con delatar nuestra presencia. Nos movemos como fantasmas a través del corazón profanado del legado de los Arquitectos, en una carrera silenciosa contra el tiempo y la disonancia.