TRANSMISIÓN 44
SECTOR_01//TRANSMISIÓN 44 DE 321

Transmisión 44

Transmisión 044

Fecha: 13.02.2189 Hora: 15:48

Clic-clac. Clic-clac. El sonido metálico y rítmico se acerca, rebotando en las paredes de la vasta y ruinosa estación de tránsito. Es pesado, mecánico, implacable.

Scrappy, agachada a mi lado, maldice en voz baja, una palabra áspera perdida en la penumbra. "Patrulla de Chatarra", susurra, su voz tensa. "Justo lo que necesitábamos."

Sin perder un instante, apaga su lámpara de aceite. La oscuridad se vuelve casi total, rota solo por el brillo fantasmal de los hongos lejanos y las estalactitas que gotean desde el techo invisible. Me agarra bruscamente del brazo con su mano orgánica y me arrastra detrás de un vagón de transporte volcado particularmente grande, cuyos restos metálicos nos ofrecen una cobertura precaria.

"No hagas ruido", sisea en mi oído, su aliento cálido contrastando con el aire frío de la caverna. "Y no uses ninguna habilidad de Eco que tengas. Algunos de sus sensores pueden detectarlo."

Asiento en la oscuridad, el corazón martilleándome contra las costillas. ¿Sensores que detectan Ecos? Eso es nuevo. Y aterrador. Mi única habilidad potencialmente útil es también una baliza para ciertos enemigos. Me agacho junto a Scrappy, pegado al metal frío y oxidado del vagón, y me asomo con extremo cuidado por encima del borde irregular.

Del túnel oscuro del que provenía el sonido emergen dos figuras.

No son humanas. No son criaturas orgánicas. Son robots. Constructos bípedos, de unos dos metros y medio de altura, un amasijo imponente de metal recuperado y funcionalidad brutal. Sus cuerpos son un mosaico tosco de piezas soldadas y remachadas: placas de blindaje oxidadas, vigas estructurales, componentes de maquinaria irreconocibles. Se mueven con un andar pesado y torpe, el clic-clac de sus articulaciones metálicas resonando ominosamente en la caverna silenciosa.

Cada uno tiene múltiples brazos articulados, que terminan no en manos, sino en una variedad de herramientas o armas improvisadas, claramente diseñadas para el combate o el desmontaje forzado. Veo sierras circulares dentadas, pinzas hidráulicas capaces de aplastar metal, y lo que parecen ser lanzadores de proyectiles rudimentarios o cañones de energía improvisados. Sus cabezas son simples torretas de sensores, con ópticas que brillan con una luz roja, muerta y sin inteligencia aparente.

"¿Qué son?", susurro, mi voz apenas audible por encima del latido de mi corazón.

"Patrulleros de Chatarra", susurra Scrappy de vuelta, sus ojos (orgánico y cibernético) fijos en las máquinas que avanzan. "Constructos autónomos. Pertenecen a una de las bandas más grandes de la Red, los 'Barones del Óxido'. Reclaman este sector como su territorio de 'reciclaje'."

Los dos constructos avanzan lentamente por la caverna, sus sensores rojos barriendo metódicamente la oscuridad, buscando cualquier cosa fuera de lugar.

"Son estúpidos, programados con rutinas simples", continúa Scrappy en un susurro. "Pero son resistentes como un tanque y están bien armados. Buscan principalmente tecnología recuperable o intrusos. Atacarán a cualquiera que no pertenezca a su banda o que interfiera en su camino."

Mientras los observo, intento sentir sus Ecos. A diferencia de los Ecos humanos o incluso los residuales del entorno, los que emanan de estas máquinas son... fríos. Vacíos. Puramente mecánicos. No hay emoción, no hay historia, solo la lógica fría y repetitiva de su programación. Es una sensación extraña y desconcertante, la ausencia de la resonancia psíquica que normalmente asocio con la presencia.

Los patrulleros pasan relativamente cerca de nuestro escondite. Contengo la respiración, rezando para que sus sensores básicos no detecten nuestro calor corporal, nuestro olor, o mi propio y traicionero Eco residual. El silencio se siente pesado, frágil, a punto de romperse.

Transmisión recibida: 4/17/2025

ID: 44