Transmisión 450

Fecha: 18.04.2189 Hora: ~03:45

El pozo sin fondo de la nada persiste, pero algo ha cambiado. Una nueva sensación se filtra a través del velo de dolor y confusión. No es dolor, no exactamente. Es… calor. Un calor extraño, localizado, que emana de la pierna herida. Donde antes había un desgarro agudo y la pegajosidad fría de la sangre seca, ahora hay una calidez pulsante, casi orgánica.

La sustancia fibrosa. La que la criatura aplicó. No arde como el químico del hombro. No pica. Simplemente… calienta. Y bajo el calor, el dolor agudo de la laceración parece… mitigado. No desaparecido, pero sí amortiguado, como si estuviera sumergido bajo capas de algodón denso. La sensación es profundamente extraña, desconcertante. ¿Un bálsamo? ¿Una trampa?

El latido del corazón sigue siendo un tambor lúgubre y espaciado en la quietud. Thump……… thump……… thump……… Cada latido parece requerir un esfuerzo monumental, una lucha contra la inercia de la muerte. El aire sigue siendo veneno, raspando la garganta con cada respiración superficial y forzada. El peso sobre el pecho no cede.

La criatura. Sigue ahí. Su presencia es una certeza silenciosa en la oscuridad sensorial. No hay roces, no hay clics, no hay chirridos. Solo quietud. Una quietud vigilante. ¿Qué espera? ¿Observa el efecto de su… tratamiento?

El calor en la pierna se intensifica ligeramente, volviéndose casi agradable en contraste con el frío metálico del suelo y el dolor generalizado. Se siente como si algo estuviera… trabajando. ¿Cerrando la herida? ¿Tejiendo nueva carne? La idea es grotesca, pero la sensación persiste. Hay una actividad sutil bajo la capa fibrosa, una energía contenida.

Fragmentos de memoria, o quizás solo ecos neuronales, parpadean en la oscuridad. Gear. Scrappy. La explosión. La caída. El agua helada. El Cazador… su voz, su furia, su dolor… ahora un susurro persistente en el fondo de la mente rota. No… no él… yo… La confusión es un mar embravecido. ¿Dónde están? ¿Están vivos? ¿Los abandoné? ¿Me abandonaron? El peso de la culpa se suma al peso físico que aplasta el pecho.

Un sonido rompe la quietud. Un clic. Suave. Cercano. Seguido de otro. Y otro. Rítmicos. Secos. La criatura se está moviendo de nuevo. No es el roce exploratorio de antes. Son pasos. Pasos quitinosos y deliberados sobre el metal. Se alejan. Lentamente.

Clic… clic… clic…

El sonido se desvanece gradualmente en la distancia del conducto. ¿Se va? ¿Lo abandona aquí, en este estado precario, con este extraño vendaje en la pierna?

El silencio que sigue es diferente. Menos tenso. Más… vacío. La presencia opresiva ha disminuido. ¿Está realmente solo ahora?

El calor en la pierna sigue pulsando. El dolor general persiste. La respiración sigue siendo una lucha. Pero la amenaza inmediata, la presencia tangible de lo otro, parece haberse retirado.

¿Es esto una oportunidad? ¿Un respiro? ¿O simplemente una fase diferente de la tortura?

La inconsciencia es profunda, pero no total. Hay una chispa de conciencia, enterrada bajo capas de trauma y dolor, que registra el cambio. Registra la ausencia. Registra el calor en la pierna.

Pasan largos momentos de silencio absoluto, solo interrumpidos por el latido agónico del corazón y el silbido áspero de la respiración forzada. El olor químico persiste, pero quizás… ¿un poco menos intenso? ¿O es solo una adaptación sensorial?

De repente, una nueva sensación. Una vibración. Baja frecuencia. Lejana al principio, pero creciendo en intensidad. No es la vibración de la criatura. Es diferente. Más profunda. Más… mecánica. Retumba a través del metal del suelo, resonando en los huesos rotos.

¿Maquinaria? ¿Algo moviéndose en los niveles inferiores o superiores? ¿O algo acercándose por el propio conducto?

La vibración se vuelve más fuerte, más constante. Un zumbido grave que llena el espacio, superponiéndose al latido del corazón. Trae consigo una nueva capa de aprensión. En la Necrópolis, el sonido de maquinaria pesada rara vez presagia algo bueno, especialmente en los conductos olvidados.

El calor en la pierna sigue ahí, una constante extraña en medio del caos sensorial. La sustancia fibrosa parece haberse endurecido ligeramente, formando una costra flexible sobre la herida.

La vibración alcanza su punto máximo y luego comienza a disminuir lentamente, como si la fuente se estuviera alejando de nuevo, o quizás deteniéndose en un nivel diferente. El zumbido grave se desvanece, dejando de nuevo el silencio relativo, solo roto por los sonidos biológicos de la supervivencia precaria de Silas.

Soledad. Dolor. Calor extraño. Olor químico. Y la pregunta persistente: ¿qué era esa criatura? ¿Y qué es esta sustancia en su pierna? ¿Ayuda o daño a largo plazo?

La mente fragmentada no tiene respuestas. Solo puede flotar en la oscuridad, registrando las sensaciones, anclada a la existencia por el dolor y el latido débil y vacilante de su propio corazón. La criatura se ha ido, pero el peligro no ha desaparecido. La Necrópolis siempre tiene más horrores esperando en las sombras. Y Silas sigue atrapado, roto e indefenso.

El calor en la pierna es la única constante nueva. Un misterio envuelto en quitina y silencio.