Transmisión 454

Fecha: 18.04.2189 Hora: ~08:15

El roce seco persiste, una caricia alienígena sobre la piel febril cerca de la sien de Silas. Es un toque exploratorio, metódico, casi clínico. Un apéndice delgado y segmentado, como la pata de un insecto gigante pero extrañamente flexible, se mueve con una lentitud exasperante, trazando el contorno de su oreja, deteniéndose, palpando suavemente la arteria que late con un ritmo frenético y errático en su cuello.

Silas, atrapado en su infierno personal de fiebre y delirio, no puede reaccionar conscientemente. Pero su cuerpo, al borde del colapso, registra la intrusión. Un estremecimiento recorre su espina dorsal, más pronunciado que los temblores febriles anteriores. Su respiración, ya superficial y rápida, se entrecorta, seguida de un jadeo más profundo y dificultoso. El pulso bajo el toque del apéndice parece saltar, volviéndose aún más irregular.

La criatura se detiene. El apéndice permanece inmóvil sobre el cuello de Silas por un largo momento. ¿Está analizando la respuesta? ¿Evaluando su estado? Los múltiples ojos facetados, invisibles en la oscuridad pero imaginados vívidamente en la mente delirante de Silas, parecen observarlo sin parpadear.

El apéndice se retira lentamente y el roce se traslada. Se mueve hacia la cara. Roza la mejilla, áspera por la barba incipiente y la suciedad. Se acerca a la boca entreabierta, de donde escapan los jadeos febriles. ¿Qué busca? ¿Agua? ¿Comida? ¿O algo más siniestro?

En las profundidades del delirio, la proximidad a su boca desencadena una respuesta primordial. Una imagen fugaz: la entidad húmeda y constrictora aplastándolo, sofocándolo. Un espasmo de pánico atraviesa la niebla febril. La cabeza de Silas se sacude débilmente hacia un lado, un movimiento espasmódico, involuntario, acompañado de un gemido más fuerte, casi una protesta articulada ahogada por la sequedad de su garganta.

¡No! El grito silencioso resuena en su mente.

La criatura reacciona instantáneamente al movimiento. El apéndice se retrae con un rápido clic. Hay una pausa. Luego, más clics, mientras la criatura parece reajustar su posición. No se aleja, pero tampoco continúa la exploración facial.

Un nuevo roce comienza, esta vez más abajo. Sobre el hombro herido. El apéndice tantea con delicadeza el borde de la ropa quemada y desgarrada, cerca de la quemadura química. El dolor subyacente en esa área, aunque eclipsado por la fiebre general, parece intensificarse bajo esta atención específica. Otro temblor sacude a Silas, este más localizado en el hombro y el brazo.

La criatura parece particularmente interesada en las heridas. ¿Es un carroñero examinando a su futura comida? ¿O hay realmente una intención de... cuidado, por extraña que sea?

El apéndice deja el hombro y se mueve más abajo, rozando el torso magullado. Se detiene sobre las costillas, donde el dolor es más agudo con cada respiración. Palpa suavemente. Silas reacciona de nuevo, un arqueo mínimo de la espalda, un silbido de aire entre los dientes.

La criatura parece estar haciendo un inventario de sus lesiones.

Finalmente, el roce se dirige hacia la pierna. La pierna que arde con un calor antinatural, donde la sustancia fibrosa se ha convertido en una costra dura y el hormigueo eléctrico sigue ascendiendo por el muslo, acercándose a la cadera. El apéndice se detiene justo por encima de la costra. No la toca directamente, pero permanece suspendido sobre ella, como si sintiera el calor intenso que irradia.

Un chirrido bajo y agudo emana de la criatura, un sonido que no había hecho antes. ¿Curiosidad? ¿Alarma?

El apéndice desciende y toca muy ligeramente el borde de la costra fibrosa.

La reacción es inmediata y violenta. En el instante en que el apéndice quitinoso hace contacto con la sustancia alienígena, una sacudida eléctrica, mucho más fuerte que el hormigueo anterior, recorre la pierna de Silas. Sus músculos se tensan brutalmente. La pierna entera da una sacudida espasmódica, golpeando el suelo metálico con un ruido sordo. El grito ahogado de Silas es más fuerte esta vez, un sonido de pura agonía que rasga la quietud.

La criatura retira su apéndice al instante, emitiendo una rápida serie de clics agudos y agitados. Se aparta un poco, pero no huye. Permanece cerca, observando las réplicas del espasmo que recorren la pierna de Silas.

El hormigueo eléctrico en el muslo se ha intensificado dramáticamente tras el contacto. Ya no es un tejido sutil, es una corriente activa, dolorosa, que parece estar quemando sus nervios desde dentro. La fiebre, la deshidratación, las heridas... y ahora esto. Silas está siendo empujado más allá de sus límites.

La criatura sigue observando. Inmóvil. Silenciosa, salvo por el ocasional clic suave. ¿Qué ha provocado? ¿Y qué hará ahora?