Transmisión 457

Fecha: 18.04.2189 Hora: ~09:10

El tiempo fluye de manera extraña en la oscuridad febril. Han pasado minutos, quizás una hora, desde que la criatura administró el líquido. La mejoría sintomática persiste, aunque es frágil. Los violentos escalofríos han remitido a un temblor más fino y constante. La respiración de Silas sigue siendo superficial, pero ha perdido parte de su cualidad desesperada y jadeante, volviéndose un poco más regular. El pulso, aunque todavía rápido, ya no es el tamborileo caótico que amenazaba con desgarrar su pecho; ha encontrado un ritmo ligeramente más estable, aunque peligrosamente acelerado.

La fiebre no ha desaparecido. El calor sigue irradiando de su piel, pero la intensidad abrasadora ha disminuido un grado, lo suficiente para que la niebla del delirio se aclare mínimamente. Las imágenes caóticas no se han ido, pero ahora parecen más distantes, menos inmediatas. Hay una sensación subyacente de... calma forzada. Como si el líquido no hubiera curado la causa subyacente, sino que hubiera aplicado un supresor temporal a los síntomas más agudos. Una tregua precaria en una guerra perdida.

El calor suave que sintió en el estómago se ha disipado, dejando una sensación neutra. No hay náuseas ni dolor abdominal, lo que sugiere que el líquido, al menos a corto plazo, no es tóxico en el sentido convencional. Pero ¿qué es? ¿Y cuál es su propósito a largo plazo?

La atención subconsciente de Silas se desvía hacia su pierna. El zumbido constante que siguió al parpadeo de las líneas azules persiste. Es una vibración profunda, casi estructural, que parece resonar en sus huesos. Ya no es solo una "presencia", se siente como una parte activa de él, aunque ajena. El calor que emana de la costra sigue siendo notable, pero ahora parece mezclado con esta energía vibratoria. Las líneas azules no han reaparecido, pero la sensación de que algo está ocurriendo bajo la superficie, una reorganización a nivel molecular o energético, es innegable y profundamente inquietante.

La criatura quitinosa ha permanecido inmóvil, una estatua de obsidiana en la penumbra. Sus múltiples ojos facetados, aunque invisibles, parecen fijos en Silas, evaluando los efectos de su intervención. Los clics son mínimos, casi inexistentes, solo el ocasional sonido suave y seco, como el ajuste de una articulación.

¿Está satisfecha con el resultado? ¿Era esta estabilización el objetivo?

Un nuevo sonido rompe la quietud relativa. Un rasquido más prolongado y deliberado. La criatura se mueve de nuevo. Esta vez, el movimiento no es hacia la cabeza de Silas, sino hacia su torso y luego más abajo, hacia la pierna afectada.

Se detiene junto a la rodilla. El zumbido en el muslo de Silas parece intensificarse ligeramente en respuesta a la proximidad de la criatura, como si la sustancia integrada reconociera a su... ¿creador? ¿Manipulador?

Un apéndice, diferente de los anteriores –más grueso, con lo que parecen ser pequeñas pinzas o manipuladores finos en el extremo– desciende lentamente hacia la costra fibrosa que cubre la herida original. Se detiene justo encima, sin tocarla, similar a como lo hizo antes del shock eléctrico.

Silas, en su estado de semi-lucidez febril, percibe este enfoque en su pierna. Un escalofrío recorre su espalda, no de fiebre esta vez, sino de una aprensión helada. Recuerda el dolor agudo, la sacudida violenta que siguió al último contacto en esta área.

No... otra vez no... El pensamiento es un grito silencioso en su mente. Intenta moverse, apartar la pierna, pero sus músculos apenas responden, pesados, agotados. Solo logra un débil espasmo muscular en el muslo.

La criatura parece notar el mínimo movimiento, la intensificación del zumbido. Pausa su descenso. El apéndice con pinzas permanece suspendido sobre la costra. Hay una tensión palpable en el aire.

¿Repetirá el contacto? ¿Provocará otra reacción dolorosa? ¿O tiene un propósito diferente esta vez?

Tras un momento que se siente eterno, el apéndice no toca la costra. En cambio, se mueve ligeramente hacia un lado, hacia la piel adyacente a la costra, donde el calor y la vibración son menos intensos. Las finas pinzas se abren mínimamente.

¿Qué va a hacer?