Transmisión 460

Fecha: 18.04.2189 Hora: ~09:25

La quietud se prolonga, pero ha cambiado de carácter. Ya no es la quietud de la simple espera, sino la de una atención enfocada, casi palpable. La criatura, inclinada mínimamente hacia adelante, parece concentrada en algo invisible, algo que emana de Silas o, más específicamente, de la compleja interacción entre Silas y la sustancia que ahora forma parte de él.

En la mente inconsciente de Silas, el flujo de datos sensoriales desde su pierna continúa. Los patrones abstractos, las estructuras resonantes, fluyen sin cesar. Es un ruido de fondo constante y complejo, como estar sumergido en un océano de información alienígena. No hay comprensión, solo la percepción bruta de la complejidad, de la intencionalidad codificada en la vibración.

De repente, el flujo cambia. No se detiene, pero la "textura" de los datos se altera. Los patrones se vuelven más agudos, más insistentes. Surgen nuevas secuencias, más rápidas, con picos y valles más pronunciados en la resonancia abstracta. Es como si la fuente de la transmisión estuviera... respondiendo a algo. O quizás, intentando establecer un diálogo.

Casi simultáneamente, la criatura se mueve de nuevo. Esta vez, no es un simple ajuste postural. Un apéndice diferente, más delgado y segmentado que el que portaba las pinzas, emerge lentamente de su masa quitinosa. Termina no en una herramienta, sino en una punta afilada y translúcida, casi como un estilete de cristal orgánico. Vibra con una luz interna muy tenue, similar al azul que brilló bajo la piel de Silas, pero más pálida, casi blanca.

El apéndice se extiende con una lentitud exasperante, no hacia la pierna herida, sino hacia la cabeza de Silas. Se desliza por el aire viciado, la punta brillante moviéndose con una precisión hipnótica. Atraviesa el espacio entre la criatura y Silas, acercándose a su sien derecha.

La intención es clara, o al menos, parece clara en su aterradora implicación: un intento de contacto directo, no con la interfaz física de la pierna, sino con el centro de procesamiento, con la mente misma.

Incluso en la profundidad de su inconsciencia, algo en Silas reacciona a esta amenaza inminente y profundamente invasiva. Un estremecimiento recorre su cuerpo, más violento que los temblores febriles. Sus párpados tiemblan bajo la costra de suciedad y sudor seco. Un sonido gutural, un gruñido ahogado de resistencia primordial, brota de su garganta.

El flujo de datos desde la pierna se vuelve caótico. Los patrones estructurados se disuelven en una cacofonía de resonancias discordantes, el zumbido aumenta de volumen y tono, volviéndose doloroso incluso a nivel subconsciente. Es una alarma, una señal de pánico transmitida a través de la interfaz alienígena. La sustancia reacciona a la intención de la criatura, o quizás a la reacción de Silas.

La punta del estilete orgánico se detiene. A un centímetro escaso de la piel de su sien. La tenue luz blanca en su interior pulsa suavemente. La criatura parece dudar, quizás evaluando la resistencia, la reacción caótica de la interfaz en la pierna.

El aire crepita con una tensión insoportable. El estilete vibra, suspendido. La mente inconsciente de Silas se retuerce contra la inminente intrusión. El flujo de datos de la pierna es un grito silencioso de interferencia y pánico.

¿Presionará la criatura? ¿Ignorará la resistencia? ¿Qué sucederá si esa punta translúcida toca su piel, si intenta establecer una conexión directa con su mente?

El momento se estira hasta el infinito. El estilete permanece inmóvil, a un suspiro de su sien.