Transmisión 462

Fecha: 18.04.2189 Hora: ~09:35

El tiempo se disuelve en la oscuridad y el silencio relativo del conducto. Silas flota en la inconsciencia, su cuerpo un campo de batalla silencioso donde la curación precaria lucha contra las múltiples heridas y la toxicidad ambiental. El líquido administrado por la criatura parece mantener a raya lo peor de la fiebre y la deshidratación, pero su estado sigue siendo frágil.

La criatura quitinosa permanece en su nueva posición, una estatua de obsidiana segmentada en la penumbra. Su atención sigue fija en Silas, una vigilancia impasible y alienígena. El gesto complejo que realizó antes parece haber concluido alguna fase de su proceso. Ahora, espera. ¿O procesa?

En la mente de Silas, la interfaz de la pierna sigue transmitiendo. El flujo de datos es constante, un río subterráneo de patrones resonantes. La 'alerta latente' se manifiesta como una tensión subyacente en el flujo, una especie de armónico agudo apenas perceptible bajo el zumbido principal, como el eco de una cuerda tensa que aún vibra tras ser pulsada. No es doloroso como la alarma caótica anterior, pero sí inquietante, una nota persistente de vigilancia.

Tras un periodo indeterminado –minutos, quizás más– la criatura se mueve de nuevo. Esta vez, la acción es diferente. No emerge un estilete ni una herramienta con pinzas. En su lugar, un apéndice mucho más corto y grueso, con una superficie que parece almohadillada y cubierta de finísimos filamentos bioluminiscentes de color ámbar pálido, se extiende lentamente.

Este nuevo apéndice no se dirige a la cabeza de Silas, sino de nuevo hacia la pierna herida. Se mueve con una cautela exquisita, deteniéndose a varios centímetros de la superficie de la piel, cerca del borde donde la sustancia oscura se fusiona con la carne.

Los filamentos de color ámbar comienzan a pulsar con una luz suave y rítmica. No es la luz azul intensa de la reacción anterior, ni la blanca y penetrante del estilete. Es un brillo cálido, casi orgánico. Simultáneamente, un sonido muy bajo, una vibración profunda apenas audible, emana de la criatura o del propio apéndice. Es una frecuencia grave que parece resonar más en los huesos que en los oídos.

El apéndice almohadillado se acerca un poco más, hasta casi rozar la piel junto a la interfaz, pero sin tocarla directamente. La luz ámbar pulsante y la vibración grave bañan la zona.

La reacción de la interfaz es inmediata, pero diferente a la anterior. No hay caos ni alarma. En cambio, el flujo de datos se vuelve... más lento, más viscoso. Los patrones se alargan, las secuencias se espacian. El armónico agudo de la 'alerta latente' disminuye, ahogado por la vibración grave. Es como si la criatura estuviera emitiendo una señal de calma, una frecuencia de desactivación o modulación dirigida específicamente a la interfaz.

Silas, en su inconsciencia, percibe este cambio. La tensión subyacente que sentía disminuye. La sensación de vigilancia se atenúa, reemplazada por una extraña... somnolencia resonante. No es alivio, exactamente, sino una especie de amortiguación sensorial inducida.

El apéndice almohadillado permanece en posición, manteniendo la luz pulsante y la vibración grave. La criatura parece estar 'calmando' o 'reseteando' la interfaz tras la reacción defensiva de Silas. ¿Es un intento de ganar confianza a nivel subconsciente? ¿Una forma de preparar el terreno para una interacción futura? ¿O simplemente una medida de control sobre su propia tecnología implantada?

La luz ámbar sigue pulsando. La vibración grave continúa. La interfaz en la pierna de Silas responde, su estado de alerta disminuyendo bajo la influencia externa. La criatura observa, paciente, modulando el estado de su sujeto.