Transmisión 483

Fecha: 19.04.2189 (?) Hora: Indeterminada

El tiempo, medido solo por el pulso rítmico de la luz naranja y el zumbido sincronizado de la interfaz, sigue su curso inexorable en la penumbra del conducto. La mínima estabilización lograda por la inyección (T482) persiste durante un periodo indeterminado, quizás una hora, quizás más. El pulso de Silas se mantiene regular, aunque débil, y su respiración conserva una profundidad ligeramente mayor.

Sin embargo, la mejora es superficial, una capa fina sobre la devastación subyacente. Las múltiples heridas, la deshidratación crónica y la exposición continua a los vapores del conducto siguen cobrando su peaje.

La interfaz, en su vigilancia constante, detecta los primeros signos de declive. El pulso, aunque regular, comienza a perder fuerza gradualmente. La respiración se vuelve más superficial de nuevo, el ligero rubor en la piel se desvanece, reemplazado por una palidez cerúlea. La temperatura corporal, que había subido mínimamente, empieza a descender. La claridad mental fugaz experimentada por Silas (T482) se ha sumido de nuevo en la oscuridad profunda de la inconsciencia.

El zumbido de la interfaz cambia de tono, volviéndose más agudo, una nota de alerta contenida. La luz naranja parpadea con más frecuencia. Tras unos minutos de análisis de los datos biométricos decrecientes, la interfaz toma una decisión.

El compartimento de la aguja se abre de nuevo. La fina cánula translúcida emerge y, con precisión mecánica, perfora la piel en un punto ligeramente diferente del muslo, cerca de la inyección anterior. Una nueva dosis de la sustancia clara y pulsante es administrada directamente al torrente sanguíneo.

La interfaz repite la intervención química, intentando contrarrestar el deterioro y mantener a Silas por encima del umbral crítico. La pregunta es si dosis repetidas serán suficientes, o si tendrán efectos acumulativos imprevistos.