Me muevo como un fantasma entre los colosales pilares de cristal oscuro, manteniendo mi escudo de silencio psíquico con una concentración férrea. Cada paso sobre el polvo cristalino parece resonar como un trueno en mi propia mente, aunque sé que el sonido físico es mínimo. El verdadero peligro aquí es el ruido psíquico.
Me detengo a menudo detrás de la cobertura de los pilares, extendiendo mi sensibilidad con cautela para rastrear los murmullos mentales de los Susurrantes Ciegos. Van y vienen, a veces acercándose peligrosamente, a veces alejándose en la vasta oscuridad. Parecen patrullar la cámara en patrones erráticos, como peces ciegos en un estanque oscuro, buscando la fuente de la débil perturbación que represento.
Una vez, mientras me asomo desde detrás de un pilar particularmente grueso, veo un movimiento fugaz en mi visión periférica, apenas iluminado por mi propia luminiscencia residual. Una figura pálida, encorvada, con extremidades largas y delgadas, se desliza entre dos pilares distantes antes de desaparecer de nuevo en las sombras. No puedo distinguir detalles, pero la sensación de una humanidad retorcida, perdida en la oscuridad y la mutación, es suficiente para helarme la sangre. Son reales. Y están cazando.
El esfuerzo de mantener el silencio psíquico mientras navego por la oscuridad casi total y evito a estos depredadores invisibles es inmenso. Siento cómo mis reservas mentales se agotan rápidamente. La jaqueca sorda que me acompaña desde mi despertar en los Archivos regresa con fuerza, martilleando mis sienes. Los bordes de mi visión comienzan a oscurecerse, no solo por la falta de luz, sino por el puro agotamiento mental.
Necesito encontrar la salida. Pronto. Consulto de nuevo el mapa mental, enfocándome en la ubicación proyectada de la Biblioteca Rota. Debería haber una abertura, una especie de portal arqueado, en la pared más alejada de la cámara.
Fuerzo la vista y mi percepción psíquica en esa dirección. Y entonces lo veo. Distante, pero inconfundible. Un arco imponente, hecho del mismo cristal oscuro que los pilares, pero los patrones geométricos en su superficie brillan con una luz violeta más intensa, pulsando suavemente. Parece conducir a un túnel o corredor más allá. La salida.
Tengo que arriesgarme. Mantener este nivel de silencio psíquico me está matando lentamente, y no puedo permitirme ser más lento. Relajo ligeramente mi escudo mental, lo suficiente para poder moverme más rápido, y acelero el paso, corriendo agachado de pilar en pilar, dirigiéndome directamente hacia el portal brillante.
Mala idea.
En el instante en que mi firma psíquica se vuelve un poco más detectable, los murmullos mentales de los Susurrantes Ciegos se intensifican exponencialmente. Suenan excitados, hambrientos. Siento su atención colectiva fijándose en mí con una certeza depredadora. Siento sondas psíquicas, más torpes y brutales que la del Cazador o la del capullo, pero no menos peligrosas, tanteando la oscuridad, tratando de localizarme con precisión. Siento múltiples presencias moviéndose rápidamente hacia mí desde diferentes direcciones entre los pilares.
Ya no hay tiempo para el sigilo. Corro. Corro hacia el portal brillante con todas mis fuerzas, el sonido de mis propias pisadas ahogado por el creciente coro de susurros mentales hostiles en mi cabeza. Siento presencias acercándose rápidamente por detrás, a los lados. Están cerca. Muy cerca.
Llego al portal justo cuando siento el roce helado de unos dedos huesudos en mi tobillo. Grito involuntariamente y me lanzo hacia adelante, a través del arco brillante, tropezando y cayendo al suelo al otro lado.
Me giro frenéticamente, esperando verlos abalanzarse sobre mí. Varias figuras pálidas y sin ojos emergen de las sombras justo al borde del portal, sus miembros retorcidos agitándose, sus bocas abiertas en silenciosos gritos psíquicos de frustración y rabia. Pero se detienen en el umbral. No cruzan la línea de luz violeta. Parecen... reacios. O quizás, incapaces.
Me apoyo contra la pared del corredor más allá del portal, jadeando, el corazón latiendo como un tambor desbocado contra mis costillas. He escapado. Por los pelos. El portal. Es una barrera. Algún tipo de tecnología de los Arquitectos que los mantiene a raya. Estoy a salvo. Al menos, de ellos.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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