Me tomo un momento para recuperar el aliento, apoyado contra la pared fría del corredor, mientras las figuras pálidas de los Susurrantes Ciegos se retuercen de frustración al otro lado del portal brillante antes de retroceder hacia las sombras de la cámara de los pilares. Esa barrera de resonancia, o lo que sea, me ha salvado.
Miro a mi alrededor, evaluando mi nuevo entorno. Estoy en un corredor largo y perfectamente recto, de unos tres metros de ancho y quizás cuatro de alto. A diferencia de las ruinas derrumbadas y la roca tallada de fuera, esto está impecablemente conservado. Está construido enteramente con el mismo material cristalino oscuro que el portal, y los patrones geométricos que lo cubren brillan suavemente con luz violeta, proporcionando una iluminación tenue pero adecuada.
El aire aquí es diferente de nuevo. Completamente inmóvil, silencioso hasta un grado casi opresivo, pero sin la sensación de amortiguación activa del Nexo. Y huele... diferente. A polvo antiguo, sí, pero también a algo más. Un olor seco, casi fragante, extrañamente familiar... como el de papel muy viejo, o de libros almacenados durante siglos.
Y los Ecos... ¡Ah, los Ecos! Son extraordinariamente claros aquí. No está la cacofonía abrumadora de los Archivos superiores, ni la vasta antigüedad incomprensible de las ruinas exteriores, ni el silencio artificial del Nexo. Aquí, los Ecos son como inscripciones nítidas grabadas en el silencio. Puedo sentir las débiles pero claras resonancias de los Arquitectos que caminaron por este corredor hace eones, sus pensamientos abstractos sobre conocimiento, preservación y estructura resonando suavemente. Puedo sentir los Ecos más recientes, aunque todavía increíblemente antiguos, de la Era del Fulgor, cuando quizás este lugar fue redescubierto y utilizado para otros fines; estos Ecos están teñidos de curiosidad, ambición y un toque de arrogancia.
Y puedo sentir... algo más. Una resonancia dominante que parece impregnar el propio corredor. Un Eco de inmenso conocimiento acumulado. De incontables mentes leyendo, estudiando, aprendiendo, descubriendo. La esencia misma de un repositorio de saber.
La Biblioteca Rota.
Tiene que ser esto. Estoy en el umbral. El olor a papel viejo, los Ecos de estudio... todo apunta a ello.
El corredor termina a unos cincuenta metros en otro portal arqueado, idéntico al que acabo de cruzar, brillando con la misma luz violeta. Más allá de él, puedo vislumbrar un espacio mucho más vasto, una sala enorme, apenas iluminada por la luz que se filtra desde algún lugar muy por encima.
Una mezcla de temor y expectación me recorre. Temor por lo que pueda encontrar allí dentro –más peligros, conocimiento demasiado grande para mi mente– y expectación por las respuestas que podría hallar. Respuestas sobre el mapa, sobre el libro, sobre el pasado, sobre mi propio futuro.
Con el corazón latiendo con fuerza por razones muy diferentes a las de hace unos momentos, avanzo por el corredor silencioso. Mis pasos resuenan suavemente sobre el suelo cristalino. Llego al segundo portal. Respiro hondo y cruzo el umbral brillante, entrando en la Biblioteca Rota.
Transmisión recibida: 4/17/2025
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