Estoy completamente absorto. Sentado en el suelo polvoriento de la Biblioteca Rota, apoyado contra una estantería de cristal ámbar, devoro la información que fluye de las tablillas de datos. Eones de historia olvidada, la verdadera naturaleza de la Señal, las advertencias de los Arquitectos sobre fuerzas cósmicas que buscan el silencio o la cristalización... Es abrumador, aterrador, pero también increíblemente esclarecedor. Siento que por fin empiezo a comprender las verdaderas dimensiones del conflicto en el que estoy atrapado.
Estoy tan concentrado en las imágenes mentales y los conceptos abstractos que fluyen de la tablilla que casi no lo siento al principio. Es un cambio increíblemente sutil en los Ecos de la vasta sala. Un nuevo hilo tejiéndose en la compleja red de resonancias antiguas. Algo que no encaja.
Algo frío.
Algo vacío.
Algo... cazador.
La sensación es débil al principio, casi ahogada por la densidad de los Ecos de la biblioteca. Pero entonces se intensifica, como una nota discordante en una sinfonía silenciosa. Levanto la cabeza bruscamente, la tablilla de datos casi cayéndoseme de las manos. El vello de mi nuca se eriza.
La sensación es inconfundible. Es el Eco del Cazador. O más bien, la ausencia de Eco que lo caracteriza.
Pero... ¿cómo? Los portales. Se suponía que debían detenerlo, como detuvieron a los Susurrantes Ciegos. ¿Ha encontrado otra entrada? ¿O es que esas barreras de resonancia no funcionan contra él?
Me pongo de pie de un salto, guardando instintivamente la tablilla que estaba leyendo en mi túnica, junto al libro y el mapa. Mis ojos barren frenéticamente la penumbra de la biblioteca, buscando la fuente de esa perturbación helada.
Y entonces lo veo.
No en los portales. No entre las estanterías.
Arriba.
En lo alto, muy por encima de mí, entre las sombras insondables del techo abovedado, veo un movimiento. Una figura delgada y oscura se descuelga silenciosamente por la superficie de uno de los pilares de cristal rotos que se alza hacia la oscuridad. Se mueve con una agilidad antinatural, sus múltiples extremidades encontrando agarres invisibles en la superficie supuestamente lisa.
Y entonces, veo el brillo. Múltiples puntos de luz roja, como carbones encendidos en la oscuridad. Sus ojos. Fijándose directamente en mí.
El Cazador de Ecos está dentro de la Biblioteca.
Un terror helado, más profundo que el que sentí con los Susurrantes, me recorre la espalda y me clava al suelo. Estoy atrapado. La sala es vasta, sí, pero ofrece pocos lugares donde esconderse de algo que puede moverse por cualquier superficie, que ignora las barreras de los Arquitectos, y que probablemente puede sentir mi Eco a través de kilómetros de roca y metal.
La jaula dorada del Nexo. La oscuridad laberíntica de las ruinas. La cámara de los Susurrantes. Y ahora, la Biblioteca Rota. Cada santuario aparente se convierte en una trampa. No hay escapatoria.
Transmisión recibida: 4/17/2025
ID: 81